El oso disecado, signo de riqueza y posición social.


Oso disecado por Edwin Ward.
Tener un oso disecado en el recibidor fue, en un tiempo, signo de poder y riqueza. Se puso de moda a partir de la época victoriana entre la alta sociedad y los burgueses con aspiraciones de ascenso social. Algunas imágenes y textos parecen demostrarlo.

En un ejemplar de La Ilustración Española y Americana del 30 de enero de 1875 nos encontramos con la xilografia de la izquierda, tallada a partir de un dibujo de P. Larson, en cuyo pie aparece el siguiente texto: "Mr. Bruin, el copero mudo. Oso cazado por Lord Suffield, y armado de esta forma por el disector y naturalista Mr. Ward". El texto que acompaña al grabado es el siguiente: 

   "Entre los festejos con que la corte imperial de Rusia solemnizó el matrimonio de los Duques de Edimburgo en enero del año anterior, figuraba principalmente una partida de caza de osos en los bosques inmediatos a San Petersburgo.
   Lord Suffield y su guía, extraviados en la espesura del bosque, fueron a dar de repente en la boca de una profunda cueva, donde se alojaba un soberbio oso, con dos cachorros ya crecidos; el peligro fue inminente para el magnate inglés, porque aquel feroz animal intentó arrojarse sobre el intruso que llegaba a turbar la paz de sus dominios forestales; pero lord Suffield tuvo serenidad bastante para esperar la acometida, preparó su escopeta y sepultó dos balas en el pecho del oso, que cayó instantáneamente exánime. Los dos cachorros huyeron, y el oso muerto fue recogido por lord Suffield, quien hizo trasladarlo después a Londres, y lo confió al reputado naturalista Mr. Edwin Ward (Wigmore Street) para que fuese disecado y armado de la manera que representa el grabado de la pág. 69.
   Así se guarda en el vestíbulo que precede al comerdor en el palacio de lord Suffield, en Londres, y es conocido por el siguiente nombre: Mr. Bruin, a dumb waiter (Mr. Moreno, un copero mudo)."

"El Rinoceronte" de Durero.


En el año 1514, el sultán Muzafar II de Gujarat, en el oeste de la India, envió como regalo al rey Emanuel I de Portugal –que dominaba extensas regiones en aquel lugar- un exótico animal: un rinoceronte. En realidad, el sultán hizo su regalo al gobernador de la India portuguesa, don Jaime de Albuquerque que, no sabiendo muy bien qué hacer con el animal, se lo envió a su soberano. El rinoceronte llegó a Lisboa el 20 de mayo de 1515. El 3 de junio el rey de Portugal hizo enfrentar al rinoceronte, que se alojaba en la casa de fieras del palacio de Ribera, con uno de sus elefantes más jóvenes, para comprobar lo que el romano Plinio el Viejo había escrito en su Historia Naturalis en el año 77, que estos dos animales eran grandes enemigos. El elefante, espantado ante la muchedumbre que quería presenciar el combate, huyó aterrorizado ante el lento avance de su adversario.
 

Dibujo a tinta del Rinoceronte de Alberto Durero. Museo Británico.

 
Pronto, el rey de Portugal decidió regalar el rinoceronte, de nombre Ganda, al zoológico del Papa León X. Un año antes, el rey ya había regalado un elefante indio al Papa, que quedó muy satisfecho. Esos regalos perseguían obtener los favores papales que ayudaran a mantener los privilegios portugueses en las tierras exploradas en Extremo Oriente. En diciembre embarcó de nuevo el rinoceronte,  junto a otros suntuosos regalos, con destino a Roma.

La momificación egipcia. Momias de animales. Segunda parte.


En la primera parte de este artículo tratamos sobre las técnicas y los materiales empleados en el proceso de momificación en el Antiguo Egipto. En esta segunda parte prestaremos atención a las momias de animales.

El halcón era la imagen de Horus, los gatos lo eran de la diosa Bastet, los toros de Apis. En los templos de Hathor se adoraba a las vacas, en los de Sobek a los cocodrilos y en los de Anubis a chacales o perros. Selket era representada por el escorpión, Amón por el ganso. Otros animales que también se embalsamaron fueron serpientes, peces, murciélagos, reptiles, ratones y huevos de pájaros. En ocasiones, simplemente se trataba de las mascotas de la familia, que se enterraban en la misma tumba de su amo, y con sarcófagos hechos a medida. 

Hacia 2950 a.C. los reyes de la Dinastía I fueron enterrados en Abydos con perros, leones y burros. 2500 años más tarde, durante la Dinastía III, un plebeyo de Abydos llamado Hapi-men fue enterrado junto a su perrito. Otras momias se enterraban junto a provisiones para la eternidad: trozos de carne de ternero, patos, gansos y palomas, salados, secos y envueltos en lino.

Algunos animales fueron momificados como representantes vivientes de divinidades. En el pueblo de Mit Rahina, donde estaba ubicado Memfis, capital del Antiguo Egipto, todavía se conservan las ruinas de la casa de embalsamamiento del dios toro Apis, uno de los animales más destacados de ese período. Símbolo de fuerza y virilidad, contenía el poder real. Mitad animal mitad deidad, se representaba con un triángulo blanco en la frente, con alas dibujadas sobre sus espaldas y la silueta de un escarabajo en la lengua. En vida, el toro vivía en un santuario, rodeado de sacerdotes, adornado con oro y joyas y adorado por las multitudes. Una vez muerto, su divinidad era heredada por otro toro. El cuerpo del animal muerto era transportado al templo y situado sobre un lecho de travertino finamente esculpido. El proceso de momificación duraba 70 días.
 

 Tebas. Hipogeos. Momias y detalles de cocodrilo, de serpiente y de perro.  Grabado. (1)

La momificación egipcia. Técnica y materiales. Primera parte.


¿Dónde se tiene su origen el arte de la Taxidermia? En el Antiguo Egipto no. En un artículo anterior pudimos comprobar que las momias de Chinchorro, descubiertas en Chile, son bastante anteriores a las egipcias y que, además, presentan un tratamiento más taxidérmico. No obstante, la cultura egipcia siempre ha acabado seduciendo a quien se ha acercado a ella, y son los autores clásicos quienes nos han permitido conocer las técnicas y los materiales empleados.

El historiador griego Heródoto (484-430 a.C.) en su Historiae, Libro II, Euterpe, nos describe los tres tipos de embalsamamiento dependiendo de la clase social a la que pertenecía el muerto:
Anubis embalsamando el cuerpo de un Faraón.
   "LXXXVI. Allí tienen oficiales especialmente destinados a ejercer el arte de embalsamar, los cuales, apenas es llevado a su casa algún cadáver, presentan desde luego a los conductores unas figuras de madera, modelos de su arte, las cuales con sus colores remedan al vivo un cadáver embalsamado. La más primorosa de estas figuras, dicen ellos mismos, es la de un sujeto cuyo nombre no me atrevo ni juzgo lícito publicar. Enseñan después otra figura inferior en mérito y menos costosa, y por fin otra tercera más barata y ordinaria, preguntando de qué modo y conforme a qué modelo desean se les adobe el muerto; y después de entrar en ajuste y cerrado el contrato, se retiran los conductores. Entonces, quedando a solas los artesanos en su oficina, ejecutan en esta forma el adobo de primera clase. Empiezan metiendo por las narices del difunto unos hierros encorvados, y después de sacarle con ellos los sesos, introducen allá sus drogas e ingredientes. Abiertos después los ijares con piedra de Etiopía aguda y cortante, sacan por ellos los intestinos, y purgado el vientre, lo lavan con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolo luego de finísima mirra, de casia, y de variedad de aromas, de los cuales exceptúan el incienso, y cosen últimamente la abertura. Después de estos preparativos adoban secretamente el cadáver con nitro durante setenta días, único plazo que se concede para guardarle oculto, luego se le faja, bien lavado, con ciertas vendas cortadas de una pieza de finísimo lino, untándole al mismo tiempo con aquella goma de que se sirven comúnmente los egipcios en vez de cola. Vuelven entonces los parientes por el muerto, toman su momia, y la encierran en un nicho o caja de madera, cuya parte exterior tiene la forma y apariencia de un cuerpo humano, y así guardada la depositan en un aposentillo, colocándola en pie y arrimada a la pared. He aquí el modo más exquisito de embalsamar los muertos.
   LXXXVII. Otra es la forma con que preparan el cadáver los que, contentos con la medianía, no gustan de tanto lujo y primor en este punto. Sin abrirle las entrañas ni extraerle los intestinos, por medio de unos clísteres llenos de aceite de cedro, se lo introducen por el orificio, hasta llenar el vientre con este licor, cuidando que no se derrame después y que no vuelva a salir. Adóbanle durante los días acostumbrados, y en el último sacan del vientre el aceite antes introducido, cuya fuerza es tanta, que arrastra consigo en su salida tripas, intestinos y entrañas ya líquidas y derretidas. Consumida al mismo tiempo la carne por el nitro de afuera, sólo resta del cadáver la piel y los huesos; y sin cuidarse de más, se restituye la momia a los parientes. 
   LXXXVIII. El tercer método de adobo, de que suelen echar mano los que tienen menos recursos, se deduce a limpiar las tripas del muerto a fuerza de lavativas, y adobar el cadáver durante los setenta días prefijados, restituyéndole después al que lo trajo para que lo vuelva a su casa. 
   LXXXIX. En cuanto a las matronas de los nobles del país y a las mujeres bien parecidas, se toma la precaución de no entregarlas luego de muertas para embalsamar, sino que se difiere hasta el tercero o cuarto día después de su fallecimiento. El motivo de esta dilación no es otro que el de impedir que los embalsamadores abusen criminalmente de la belleza de las difuntas, como se experimentó, a lo que dicen, en uno de esos inhumanos, que se llegó a una de las recién muertas, según se supo por la delación de un compañero de oficio."