Escena de "Moulin Rouge", película de 1952.


En 1952 se estrenó Moulin Rouge. Basada en la novela biográfica que Pierre La Mure publicó en 1950, la película fue escrita y dirigida por John Huston y protagonizada por José Ferrer en el papel de un atormentado pintor y cartelista Henri de Toulouse-Lautrec, y por Zsa Zsa Gabor encarnando a la popular bailarina Jane Avril. La acción se desarrolla en el barrio de Montmartre y en uno de sus locales más emblemáticos, el cabaret Moulin Rouge. 
 

La escandalizada visitante recibe las explicaciones de Toulouse-Lautrec (1).

La Taxidermia no tiene protagonismo, al contrario, sólo disfruta de una fugaz aparición. Se limita al diálogo que tiene lugar en una de las primeras exposiciones -quizás la primera- de Toulouse-Lautrec, en la que el pintor se presenta ebrio el día de su inauguración. Su galerista lo recibe a la puerta y lo acompaña en su recorrido. Una visitante se escandaliza al observar un cuadro donde se vé una señora ciñéndose el corsé en presencia de un señor sentado y con chistera, y recrimina al galerista por atreverse a exponer ese cuadro. La escena es la siguiente: 

"Muerte en el Museo", episodio de "Rex, un policía diferente".

Rex se detiene ante la vitrina que alberga a un antecesor suyo (1).

Christa Augustin (Hemma Clementi), fotógrafa profesional, pasa las tardes fotografiando especímenes en el Naturhistorischen Museum Wien, el Museo de Historia Natural de Viena, para elaborar su primer reportaje, un trabajo que le ayudará a aliviar sus deudas tras la compra de su estudio. Se encuentra sola en una sala del primer piso. Retrata a un elefante. Luego a un oso pardo puesto en pie. Al enfocar el ejemplar se da cuenta de que el pelaje de la espalda está algo despeinado. Se acerca para alisarle el pelo y advierte que la piel está cortada. Hurga en su interior y descubre una bolsita que contiene algo. No sabemos qué. La fotógrafa decide guardársela. Un personaje llamado Benesch (Klaus Ofczarek) con algún problema psíquico, que se pasa todos los días "velando para que los visitantes no molesten a los animales y los dejen tranquilos", le recrimina para que acabe de una vez con su trabajo.

La instrucciones de Philippe Pinel destinadas a la expedición d'Entrecasteaux.

Pinel retratado por Anne Mérimée.
En agosto del año 1791 apareció publicada en Observations sûr la Physique, sûr l’Histoire Naturelle et sûr les Arts, el journal editado por el abad RozierMémoire sur les moyens de préparer les Quadrupèdes et les Oiseaux destinés à former des Collections d'Histoire Naturelle, Memoria sobre los métodos para preparar los cuadrúpedos y las aves destinados a formar colecciones de Historia Natural. El texto, que fue leído con anterioridad en la Société d'Histoire Naturelle, lo firmaba el médico y zoólogo Philippe Pinel, ocupaba catorce páginas, no se acompañaba de figuras ni grabados, y sería utilizado por los naturalistas que viajaron a bordo de las dos fragatas de la expedición d'Entrecasteaux, que zarpó de Brest  al mes siguiente, en septiembre de 1791, con el objetivo de hallar a los supervivientes de una expedición anterior, la que partió en 1785 comandada por Jean François de La Péyrouse y cuyo objetivo consistía en la exploración del océano Pacífico. Fue precisamente la Sociedad de Historia Natural la que, según cuenta el propio Pinel, en vistas de la inminente expedición, invitó a sus miembros a que hicieran públicas sus investigaciones, para contribuir así al éxito de aquella expedición.

"Barry", el perro San Bernardo del Museo de Berna.

Se cuenta que Barry salvó la vida a unas cuarenta personas en aquellas montañas.

Barry, en la actualidad (1).

En plenos Alpes peninos suizos, a 2.469 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el Paso del Gran San Bernardo, que une el cantón suizo de Valais con el valle italiano de Aosta. Allí se encuentra ubicado desde el siglo XI el Hospicio del Gran San Bernardo, un albergue regentado por religiosos agustinos que atendía a los arriesgados viajeros que seguían aquella ruta. Los guías locales, acompañados de perros robustos de variadas razas, recorrían el difícil camino socorriendo a quien lo precisara. Se calcula que los canes que se criaron y vivieron en el Hospicio rescataron con vida a más de dos mil personas. La presencia de los primeros perros en el Hospicio del Gran San Bernardo, que en un principio fueron utilizados solamente como guardianes, está datada en 1695. Más tarde empezarían a colaborar en el rescate de viajeros y montañeros.