Martha Ann Maxwell. |
Con el consentimiento de su familia, Martha se casaría en marzo de 1854 con James A. Maxwell, veinte años mayor, propietario de un bazar y de un molino. Su marido tenía seis hijos, la más pequeña de seis años. Dos meses después de su boda, Martha fue arrestada y más tarde puesta en libertad. Tras la muerte de un hombre a causa de una borrachera, organizó y participó junto a otras dieciséis mujeres en el asalto a varias tabernas de Baraboo donde vaciaron botellas de licor que esparcieron por el suelo. Martha Maxwell fue una de las cinco organizadoras de aquella que se más tarde se conocería como la Guerra del Whisky de 1854. Su convicción metodista, sus lecturas feministas, sufragistas y de reforma moral, y su estancia en Oberlin habían contribuido a forjar su personalidad. Fue madre en noviembre de 1857. A causa del Pánico financiero de ese mismo año, causada por la quiebra en agosto del banco Ohio Life Insurance and Trust Company, la familia Maxwell se arruinó. Martha y su marido se sumaron en febrero de 1860 a la Fiebre del oro de Peak's Pike, futuro estado de Colorado. En principio James quería probar suerte en solitario, pero Martha se empeñó en acompañarlo. La hija de ambos, Mabel, permaneció con los abuelos maternos. El matrimonio se instaló en Nevadaville, un pueblo que en aquel tiempo se llamaba Nevada City y que rondaba los mil habitantes, donde James se dedicó a la ganadería bovina y a la minería. En una carta fechada en junio de 1861 Martha escribía a su familia de Baraboo que había trabajado duro y que había empleado 1.583,35 dólares en la compra de un rancho. Martha, que había empezado lavando y zurziendo la ropa de los mineros y horneando pasteles, acumuló unos pequeños ahorros y empezó a hacer pequeñas inversiones. Compraría una participación en una pensión que llegó a corregentar y también invertiría en concesiones mineras. Continuaba siendo una asidua visitante del local de las Templarias de Dios, perteneciente al Movimiento por la Templanza (2).
El gran incendio de 1861 que arrasó más de cincuenta edificios de Nevadaville también destruyó la casa de huéspedes y el matrimonio Maxwell no tuvo más remedio que mudarse. Primero a una cabaña en Lump Gulch, al este de Denver, cuya propiedad había reclamado James P., el hijo mayor del marido. Más tarde, con la ayuda de amigos construyeron un granero y una hera en la propiedad quemada, que más tarde vendieron. A mediados de diciembre abandonaron Nevadaville para instalarse en el rancho, pero a su llegada se encontraron con que la cabaña había sido ocupada ilegalmente por tres hombres que no tenían intención de marcharse. El matrimonio Maxwell se alojó en casa de unos vecinos a la espera de que su reclamación en los tribunales para recuperar sus bienes prosperase, lo que ocurrió poco más de una semana más tarde. A pesar de perder el pleito, los ocupantes se negaron a abandonar la propiedad. Maxwell aprovechó una ausencia de los inquilinos para forzar la puerta de la cabaña y vaciarla de pertenencias ajenas. Quedó impresionada por lo que vio, una gran cantidad de mamíferos y aves disecados. Uno de aquellos ocupantes era un taxidermista de origen alemán. Admiró durante un instante aquellos animales naturalizados, algunos sin terminar. Posiblemente se fijara en los materiales y las técnicas que empleaba aquel disecador, pero no dudó en vaciar la cabaña de pertenencias ajenas, animales incluidos, y recuperar su propiedad. Le pidió al taxidermista que le enseñara a disecar, estaba dispuesta a pagarle 10 dólares por lección y se comprometía a no practicarla en Denver. En principio el taxidermista aceptó, pero más tarde se retractó desconfiando ante una posible competidora. Maxwell le aseguró que sólo disecaría "para satisfacción personal". No hubo manera. Aquella visión de una estancia repleta de animales disecados reavivó su infantil interés por la naturaleza y también por la Taxidermia. Poco después, en enero de 1862, participaba a su familia por carta su voluntad de "aprender cómo preservar las aves y otras curiosidades animales de este país", les adjuntaba un dólar en sellos y les pedía que le enviasen un libro "instructivo sobres esas bellas artes".
La familia Maxwell permaneció en el rancho hasta el verano. Construyeron una nueva casa y Martha quizá se iniciara de forma rudimentaria en la práctica de la Taxidermia. En otoño de 1862 Martha Maxwell retornó a Baraboo, su madre había enfermado y no podía continuar haciéndose cargo de Mabel. Cuando Maxwell llegó a Baraboo ella misma tuvo que ingresar en un sanatorio para recuperar fuerzas y reponer su propia salud. Entre 1864 y 1868 aprovecharía su estancia en Baraboo para aprender con un taxidermista aficionado llamado Ogden. Durante un par de años, hasta 1865, Maxwell montó aves y algunos mamíferos para el gabinete del instituto local y se aplicó en el estudio de la Historia Natural con el profesor E. F. Hobart, un entusiasta de la disciplina. Durante aquella estadía Martha Maxwell sería elegida secretaria de la reformista Liga de las Mujeres Leales de Baraboo, perteneciente también al Movimiento por la Templanza. En septiembre de 1866 su mala salud la obligó a permanecer internada en el hospital de Battle Creek, Michigan, hasta la primavera de 1867. Regresó a Baraboo y poco después marchó con su hija Mabel a vivir a una comunidad del Movimiento por la Templanza de Vineland, New Jersey, pero las coacciones de su marido consiguieron que ambas se reunieran de nuevo con él en Boulder, Colorado, la ciudad donde vivía James.
La familia Maxwell permaneció en el rancho hasta el verano. Construyeron una nueva casa y Martha quizá se iniciara de forma rudimentaria en la práctica de la Taxidermia. En otoño de 1862 Martha Maxwell retornó a Baraboo, su madre había enfermado y no podía continuar haciéndose cargo de Mabel. Cuando Maxwell llegó a Baraboo ella misma tuvo que ingresar en un sanatorio para recuperar fuerzas y reponer su propia salud. Entre 1864 y 1868 aprovecharía su estancia en Baraboo para aprender con un taxidermista aficionado llamado Ogden. Durante un par de años, hasta 1865, Maxwell montó aves y algunos mamíferos para el gabinete del instituto local y se aplicó en el estudio de la Historia Natural con el profesor E. F. Hobart, un entusiasta de la disciplina. Durante aquella estadía Martha Maxwell sería elegida secretaria de la reformista Liga de las Mujeres Leales de Baraboo, perteneciente también al Movimiento por la Templanza. En septiembre de 1866 su mala salud la obligó a permanecer internada en el hospital de Battle Creek, Michigan, hasta la primavera de 1867. Regresó a Baraboo y poco después marchó con su hija Mabel a vivir a una comunidad del Movimiento por la Templanza de Vineland, New Jersey, pero las coacciones de su marido consiguieron que ambas se reunieran de nuevo con él en Boulder, Colorado, la ciudad donde vivía James.
A partir de entonces, Maxwell se volcaría en la caza, en el estudio de la naturaleza y en la Taxidermia. Frecuentemente acompañaba a su marido en sus jornadas de caza. Empezó disecando los animales que le proporcionaban los niños de los alrededores. Poco después, compró una escopeta con la que, primero empezó a practicar su puntería, y más tarde saldría ella sola de caza por las montañas cercanas en expediciones que llegaban a durar varios días. En alguna de ellas se hizo acompañar por su hija, cuya vida también llegó a peligrar en algún momento. En septiembre de 1868 ya había reunido más de cien ejemplares disecados que presentó a la Exposición Anual de la Feria Agrícola de Colorado que se celebró en Denver. El éxito de aquella exposición, donde fue premiada con 50 dólares y un diploma, motivó que el gobernador del estado le pidiera que representara a Colorado en la Feria de San Luis de 1870. Aquel empujón la animó a adentrarse en las Colinas Negras de Wyoming con el propósito de obtener ejemplares distintos. En 1869 su colección ya rondaba los 600 especímenes. Profundizó en el conocimiento de la botánica y la ornitología. Ese año incluso llegó a contactar por carta con Joseph Henry, el secretario del Museo Smithsonian de Washington, para presentarse, para pedir algún libro sobre aves y para ofrecerse a enviar especímenes a la capital. Más tarde establecería correspondencia con el ornitólogo Robert Ridgway y con el naturalista Spencer Fullerton Baird, ambos del Smithsonian. Efectivamente, expuso su colección en San Luis, Missouri y tras la feria la vendió a los Shaw's Gardens por 600 dólares. Aquella colección estuvo instalada en el museo del jardín botánico hasta poco después de la muerte del filántropo Henry Shaw en 1889. La falta de cuidados y el almacenamiento inadecuado malogró los animales. En 1906 la Universidad de Colorado se interesaría por recuperar y restaurar la colección, pero su estado era ya irreparable.
A partir de aquel momento Martha Maxwell volvería de nuevo a cazar y a preparar animales con el fin de reunir una nueva colección. Para ella la Taxidermia había dejado de ser una afición y se había convertido en una profesión. Era bastante meticulosa. Tomaba medidas antes de desollar los animales con el propósito de que la escultura del cuerpo del animal fuera una réplica exacta, luego encargaba a un herrero la confección de una estructura de hierro que revestía con lana, algodón u otros materiales, a los que aplicaba una capa de yeso y arcilla antes de colocar y coser la piel, sin duda una aportación novedosa en su momento en los Estados Unidos, pero que debido a su aislamiento geográfico, o quizá por razones de género, no se siguió. Envió especímenes al Smithsonian. Incluso una variedad de Otus asio, cuyo primer ejemplar obtuvo Martha, se bautizaría en 1877 como Maxwellae en su honor. En octubre de 1871 expuso en la feria anual de la Boulder County Agricultural Society, entre otras piezas, un oso negro y un grizzly de unos dos metros de altura. Su vida corrió peligro varias ocasiones. Durante una expedición otro cazador le disparó al confundirla con un nativo. En otra ocasión se empeñó en subir a lo alto de una montaña en plena tormenta eléctrica con el fin de capturar una perdiz nival. O bien cuando, rodeada de una manada de bisontes, consiguió abatir el ejemplar escogido. Martha Maxwell, que fue criticada por su afición a la caza, justificaba la muerte de animales con el fin de disecarlos: "Todos han que morir en algún momento, únicamente les acorto el periodo de conciencia para poder darles forma y perpetuarlos". Una vez espetó a alguien: "No hay día en que no se dé consentimiento tácito para que algún animal mate a otro para alimentarse. Se lo dejo a usted. ¿Qué es más cruel? Matar para comer o matar para inmortalizar?". Ella misma, seguidora toda su vida de una dieta vegetariana estricta, se identificaba más como naturalista que como cazadora.
Durante el otoño de 1873, algunos amigos la animaron a abrir un museo donde mostrar su trabajo. En septiembre Martha Maxwell viajó a San Francisco con el objetivo de comprar especímenes para su museo. Durante su estancia de tres meses contactó, entre otros, con el naturalista James Graham Cooper y con los taxidermistas Ferdinand Gruber, que trabajaba para los Woodward Gardens y que la asesoró, y D. S. Bryant, coleccionista como ella. Entre otros objetos, se hizo con una dentadura de tiburón y con una armadura. En junio de 1874 Martha Maxwell inauguró el que denominó Museo de las Montañas Rocosas. Estaba ubicado en la esquina de la calle Pearl con la calle 12th, en Boulder, entonces un pueblo de apenas dos mil habitantes. El museo ocupaba tres habitaciones del segundo piso en el edificio Dabney-Macky por el que Martha pagaba un alquiler de 25 dólares al mes y cuya entrada costaba 25 centavos. Un hombre llamado John W. Glass, ayudaba a Martha tanto en el museo como en la tarea de obtener especímenes. La colección abarcaba la mayoría de la fauna que se podía encontrar en el recién creado estado de Colorado. El 5 de junio el periódico local Boulder County News se hizo eco de la inauguración, titulaba la noticia El Museo de la señora Maxwell:
"El evento de la semana fue la inauguración, la noche pasada, del Museo de las Montañas Rocosas, una ocasión para celebrar con banderas y música, como correspondía, una ocurrencia tan significativa en beneficio de esta región. La Boulder Brass Band y la String Band en el exterior. La exposición causa por sí misma una buena sensación. Las colecciones de curiosidades y especímenes son sorprendentemente bellas. La señora Maxwell es infatigable en su profesión como taxidermista y coleccionista de historia natural. Uno de los visitantes la última noche comentó de forma entusiasta "tiene todo lo imaginable que uno pueda encontrar en el aire, en el mar, en la tierra y bajo tierra". Bien llamado Museo de las Montañas Rocosas, tanto ella como su ayudante, el profesor Glass, se han centrado en la región de las Montañas Rocosas, rindiendo un representativo homenaje a su fauna, sus fósiles y sus minerales. Su visita a la costa del Pacífico la última temporada fue con el propósito expreso de obtener para este Museo reliquias, especímenes curiosos y objetos de interés para la historia natural, y es maravilloso comprobar como con su dirección y su energía lo ha logrado. Cada animal de la montaña o el llano, desde el gran búfalo color canela hasta el ratón campestre y el topo, cada ave del cielo, peces raros y conchas de los mares, armaduras bárbaras y reliquias, y cosas sin nombre, todo ello organizado con paciencia infinita y arte juicioso. Alguien comentó que la colección era mejor que la del Museo Wood de Chicago, antes de que el fuego la destruyera, excepto en los ejemplares de grandes fósiles. Como sugiriendo de forma sarcástica que se podrían trasladar a este."
A pesar de que Maxwell también intentó captar a los curiosos, visitantes ajenos a la Historia Natural, disecando por ejemplo un grupo de monos sentados ante una mesa y jugando a naipes, la afluencia de visitas no debió ser muy alta. Cuatro meses más tarde, el 2 de octubre, el mismo periódico animaba a los lectores a visitarlo y a darlo a conocer a los foráneos. El 30 de julio de 1875 el Boulder County News se refería al viaje de Martha Maxwell a los pueblos mineros de Central City y Georgetown, Colorado, donde recogió notables muestras de minerales. Aquella nota no era más que un pretexto para recordar a los lectores la existencia del museo. El 1 de octubre de 1875 el mismo diario titulaba directamente un artículo Visite el Museo que comenzaba con un "La maravillosa colección es el orgullo de Colorado", se hacía eco de una renovación de la exposición y de que los señores Maxwell habían añadido "trofeos" tras su estancia en Middle Park. Aquel año visitó Boulder y el Museo la activista en favor de los derechos de los nativos americanos y reconocida escritora Helent Hunt Jackson, que escribió un extenso artículo que se publicó en el periódico The Independent y que el Boulder County News reprodujo el 15 de octubre. Helen Hunt hizo una descripción tan extensa como detallada del Museo y escribió sobre Martha Maxwell y su método:
"Sus propios métodos son, quizá, peculiares. Ella primero moldea el animal con yeso según su deseo y lo deja secar. Luego lo cubre con la piel, que coloca en su lugar, en vez de rellenar y dejar que sea la piel la que dé forma al animal. Parece que haya el doble de piel de la necesaria para cubrirlo, quizá sea esa una de las razones por la que muchos de los animales disecados ordinariamente parezcan tan espantosamente antinaturales, que la piel se rellena del todo hasta que queda tirante, alejado de sus adecuadas proporciones.
La señora Maxwell es pues, en realidad, una escultora de animales. Hablando con propiedad, ninguno de los animales de su museo está disecado. Son animales esculpidos, cubiertos con pieles apropiadas a su especie."
Helent Hunt acababa su texto trasladando a sus lectores los deseos de Martha Maxwell de crear un Museo de Colorado donde se encontraran representados "todos los animales y aves del territorio con sus minerales, fósiles y reliquias indias", y exhortaba a la ciudadanía de Colorado a que no dejara de visitarlo. Otro de los visitantes ilustres del Museo fue el geólogo Ferdinand Vandeveer Hayden, que casualmente había estudiado también en Oberlin.
Con el objetivo de aumentar el número de visitantes, durante el mes de diciembre de 1875 Maxwell trasladó su museo a la ciudad de Denver, entonces con unas cinco mil almas. El 3 de diciembre el periódico Boulder County News informaba de aquel traslado del Museo de las Montañas Rocosas gracias al acuerdo a que habían llegado Martha Maxwell y el señor John H. Pickel, por el cual este se hacía cargo del traslado y de pagar el alquiler de los locales durante el primer año. Se ubicó en el número 376 de Lawrence Street, cerca del ayuntamiento. La acogida del público fue discreta y las expectativas de éxito económico se vieron frustradas. Maxwell solicitó representar nuevamente a Colorado en la Exposición del Centenario de Filadelfia exponiendo su, ahora de nuevo, numerosa colección. Lo consiguió. No lo hizo en el Pabellón de Mujeres sino en el pabellón conjunto de Kansas y Colorado. La Exposición de Filadelfia permaneció abierta de mayo a noviembre de 1876 y fue visitada por casi diez millones de personas. Aquellos seis meses Martha sólo estuvo acompañada durante cierto tiempo por su hermana Mary y un par de semanas en verano por su hija Mabel. Su marido permaneció en Colorado, la relación entre ambos cónyuges se había enfriado aún más. El periódico Boulder County News del 14 de julio trasladaba a sus lectores que "la mayor atracción del Pabellón de Kansas y Colorado era el Museo de la señora Maxwell", y añadía que Martha Maxwell había sido invitada a una reunión de la Academia de Artes y Ciencias de Filadelfia, donde el emperador de Brasil, asistente al acto, alabó enardecidamente su peculiar arte. La mayoría de visitantes se sorprendieron ante el montaje de Martha Maxwell por dos motivos, por encontrarse ante tal cantidad de especímenes disecados, unos doscientos mamíferos y entre trescientas y cuatrocientas aves, según el libro The Centennial Exposition. Described and Illustrated, algunos de especies repetidas, muchos de ellos desconocidos en el este de los Estados Unidos, rodeados además de cierta ambientación natural, y por que todo aquel trabajo lo hubiera hecho una mujer.
Con el objetivo de aumentar el número de visitantes, durante el mes de diciembre de 1875 Maxwell trasladó su museo a la ciudad de Denver, entonces con unas cinco mil almas. El 3 de diciembre el periódico Boulder County News informaba de aquel traslado del Museo de las Montañas Rocosas gracias al acuerdo a que habían llegado Martha Maxwell y el señor John H. Pickel, por el cual este se hacía cargo del traslado y de pagar el alquiler de los locales durante el primer año. Se ubicó en el número 376 de Lawrence Street, cerca del ayuntamiento. La acogida del público fue discreta y las expectativas de éxito económico se vieron frustradas. Maxwell solicitó representar nuevamente a Colorado en la Exposición del Centenario de Filadelfia exponiendo su, ahora de nuevo, numerosa colección. Lo consiguió. No lo hizo en el Pabellón de Mujeres sino en el pabellón conjunto de Kansas y Colorado. La Exposición de Filadelfia permaneció abierta de mayo a noviembre de 1876 y fue visitada por casi diez millones de personas. Aquellos seis meses Martha sólo estuvo acompañada durante cierto tiempo por su hermana Mary y un par de semanas en verano por su hija Mabel. Su marido permaneció en Colorado, la relación entre ambos cónyuges se había enfriado aún más. El periódico Boulder County News del 14 de julio trasladaba a sus lectores que "la mayor atracción del Pabellón de Kansas y Colorado era el Museo de la señora Maxwell", y añadía que Martha Maxwell había sido invitada a una reunión de la Academia de Artes y Ciencias de Filadelfia, donde el emperador de Brasil, asistente al acto, alabó enardecidamente su peculiar arte. La mayoría de visitantes se sorprendieron ante el montaje de Martha Maxwell por dos motivos, por encontrarse ante tal cantidad de especímenes disecados, unos doscientos mamíferos y entre trescientas y cuatrocientas aves, según el libro The Centennial Exposition. Described and Illustrated, algunos de especies repetidas, muchos de ellos desconocidos en el este de los Estados Unidos, rodeados además de cierta ambientación natural, y por que todo aquel trabajo lo hubiera hecho una mujer.
En aquel montaje algo abigarrado, que ocupaba completamente un muro del ala oeste del pabellón, había grandes mamíferos como un bisonte, alces, ciervos, osos y carneros, algunos retozando, un par de pumas, uno de ellos saltando persiguiendo a un ciervo, también saltando, linces, zorros..., cisnes, búhos..., e incluso serpientes, tortugas y peces, todos rodeados de un paisaje que recordaba a las Rocosas, con árboles en el fondo, arroyos, llano, montañas y hasta una cueva con estalagtitas y estalagmitas que a ella le servía de refugio. Aunque dispuso de un ayudante, lo construyó prácticamente ella sola en tan sólo dos semanas. Empleó, según describiría más tarde su hermana, yeso, mineral pulverizado, agua, cal, grava y plantó árboles de hoja perenne, pinos y cedros. Su montaje contrastaba con, por poner un ejemplo, la exposición que en otro pabellón mostraba el Smithsonian Museum de Washington, donde los mamíferos se mostraban sobre peana de madera y las aves también en peanas de madera dentro de una gran vitrina. Cuando Maxwell aparecía por su montaje la policía se veía obligada a contener la masa de personas que querían ver a aquella mujer menuda. Sorprendió de tal manera y se vio tan avasallada por las preguntas de los curiosos que Maxwell, orgullosa defensora del derecho de la mujer al trabajo, colgó un cartel que rezaba "Woman's Work", "Trabajo de una mujer". Maxwell escribiría más tarde: "Mi vida ha sido trabajo físico, un esfuerzo para demostrar más que con palabras que las mujeres están dotadas. (...) El mundo exige a las mujeres alguna prueba de sus capacidades, sin ella las palabras son inútiles". Harper's Bazaar y multitud de revistas entrevistaron y dedicaron páginas a aquella "cazadora de Colorado".
Aunque la Exposición de Filadelfia le supuso a Martha Maxwell un gran reconocimiento, la cita no se tradujo en éxito económico. Maxwell hubiera deseado obtener unos ingresos que le hubieran permitido poder pagar estudios superiores a su hija Mabel, pero no pudo ser. Los comisionados de Colorado no cumplieron su promesa de pagar el viaje de ida y vuelta tanto de Maxwell como de su colección. Tampoco le pagaron los gastos de manutención que le habían prometido. El acuerdo con el legislativo de Colorado le permitía vender postales con imágenes tanto suyas como de su montaje, con el propósito de que los beneficios que obtuviera contribuyeran a compensar parte de sus gastos. El éxito de aquellas imágenes fue tan notable que la Centennial Photographic Company, la compañía que en régimen de monopolio explotaba las imágenes de la cita, no podía abastecer la demanda, y Maxwell empezó a producirlas y venderlas por su cuenta. A partir del 30 de septiembre y durante tres semanas llegó a vender 5.610, un promedio de 280 diarias, hasta que la Centennial Photographic la descubrió y le pidió que cesara de hacerle la competencia. Martha sobrevivió también gracias a los beneficios por la venta de algunos de los ejemplares disecados duplicados que expuso. Al finalizar la Exposición de Filadelfia el único agradecimiento que recibió de los comisionados de Kansas y Colorado fue el obsequio de un rifle. La organización de la Exposición le concedió una medalla de bronce, un reconocimiento que recibieron todos los expositores. Tras la cita de Filadelfia, aprovechando la notoriedad alcanzada por Maxwell, dos empresarios, Alvin O. Buck y John Gardiner le financiaron una exposición en Washington que tuvo lugar entre el 21 de diciembre y el 1 de febrero de 1877. Acordaron pagarle el traslado de las piezas y un alquiler mensual de 100 dólares. Maxwell tuvo problemas para cobrar la suma acordada. Aquella aventura de Filadelfia y Washington le costó una suma estimada de 733,80 dólares.
Aunque la Exposición de Filadelfia le supuso a Martha Maxwell un gran reconocimiento, la cita no se tradujo en éxito económico. Maxwell hubiera deseado obtener unos ingresos que le hubieran permitido poder pagar estudios superiores a su hija Mabel, pero no pudo ser. Los comisionados de Colorado no cumplieron su promesa de pagar el viaje de ida y vuelta tanto de Maxwell como de su colección. Tampoco le pagaron los gastos de manutención que le habían prometido. El acuerdo con el legislativo de Colorado le permitía vender postales con imágenes tanto suyas como de su montaje, con el propósito de que los beneficios que obtuviera contribuyeran a compensar parte de sus gastos. El éxito de aquellas imágenes fue tan notable que la Centennial Photographic Company, la compañía que en régimen de monopolio explotaba las imágenes de la cita, no podía abastecer la demanda, y Maxwell empezó a producirlas y venderlas por su cuenta. A partir del 30 de septiembre y durante tres semanas llegó a vender 5.610, un promedio de 280 diarias, hasta que la Centennial Photographic la descubrió y le pidió que cesara de hacerle la competencia. Martha sobrevivió también gracias a los beneficios por la venta de algunos de los ejemplares disecados duplicados que expuso. Al finalizar la Exposición de Filadelfia el único agradecimiento que recibió de los comisionados de Kansas y Colorado fue el obsequio de un rifle. La organización de la Exposición le concedió una medalla de bronce, un reconocimiento que recibieron todos los expositores. Tras la cita de Filadelfia, aprovechando la notoriedad alcanzada por Maxwell, dos empresarios, Alvin O. Buck y John Gardiner le financiaron una exposición en Washington que tuvo lugar entre el 21 de diciembre y el 1 de febrero de 1877. Acordaron pagarle el traslado de las piezas y un alquiler mensual de 100 dólares. Maxwell tuvo problemas para cobrar la suma acordada. Aquella aventura de Filadelfia y Washington le costó una suma estimada de 733,80 dólares.
Finalizada la Exposición de Filadelfia, Maxwell no tuvo más salida que quedarse en aquella ciudad, intentando además negociar la venta de su colección. Su objetivo continuaba siendo pagar los estudios de su hija. Incluso llegó a escribir a Phineas Taylor Barnum, a quien había conocido en la Exposición, para que le comprara la colección y la exhibiera, pero el empresario circense le sugirió que donde debían estar aquellos animales era en una institución educativa o científica. También escribió a Julia Ward Howe, una de las primeras defensoras de los derechos de la mujer, y esta le sugirió que convirtiera su colección en una exposición itinerante. Incluso se planteó enrolarse en la expedición científica Woodruff alrededor del mundo, en la que podían participar mujeres y por la que se pagaban 2.500 dólares. No lo hizo. Su situación económica iba a la deriva. Su nombre apareció en 1877 en la lista de los ciudadanos que no pagaban sus impuestos. A pesar de su precaria situación nunca cesó de enviar dinero a su familia para costear la educación de Mabel. Durante un tiempo Maxwell asistió a clases de Biología en Boston en el Woman's Laboratory del Massachusetts Institute of Technology, y tuvo trabajos ocasionales. En 1879 se publicó el libro biográfico On the Plains, and Among the Peaks; or, How Mrs. Maxwell Made her Natural History Collection, en español En los llanos y entre cumbres; o cómo la señora Maxwell hizo su colección, escrito por su media hermana, hija de su madre y de su padrastro, Mary Emma Dartt, el ornitólogo Elliott Coues y Robert Ridgway, aunque sin mucho éxito. Coues, además de alabar el trabajo de Maxwell, relacionó y describió las especies de aves de la colección que Martha expuso en Filadelfia, y Ridgway hizo lo propio con las especies de mamíferos que la componían. Al año siguiente, en 1880, se trasladaría a Rockaway Beach, Queens, Nueva York, al sur de Long Island, con la intención de instalar una casa de baños y museo. Había firmado un acuerdo de financiación con DeWitt C. Littlejohn, un inversionista en esa zona, que se comprometió a aportar hasta un máximo de 6.000 dólares en el proyecto. Nuestra emprendedora protagonista, no obstante, empezó a sentirse mal aquel invierno, mientras reformaba el edificio que debía estar a punto para el verano. El frío, el cansancio y el sufrimiento emocional padecido causaron mella en su salud. Diagnosticado un cáncer de ovario, Mabel acudió desde Colorado para acompañar a su madre conocedora de que el mal era irreversible. Martha Maxwell murió en los brazos de su hija un 31 de mayo de 1881. Tenía 49 años.
Mabel cedió la colección de su madre al doctor Haskins, de Saratoga Springs, Nueva York, que poseía una notable colección de minerales. Haskins esperaba vender las dos colecciones, la suya y la de Martha, y obtener alrededor de 100.000 dólares. El acuerdo preveía que Mabel recibiría una cuarta parte de lo que se obtuviese por la venta. La colección viajó a Saratoga en 1883 y durante diez años nada más se supo. Durante el verano de 1893 se celebraría en Chicago la Exposición Colombina. El invierno anterior el comité organizador del Pabellón de la Mujer trasladó a los organizadores de la Exposición su deseo de que los animales de la colección de Martha Maxwell estuvieran presentes en la muestra. Mabel, que vivía en Denver, pidió a su tía Mary, que se encontraba en Baltimore, que se desplazara a Saratoga y comprobara si el estado de la colección permitía aceptar aquella propuesta. Haskins, que había almacenado la colección en un pequeño granero, se negó a que los animales viajaran a Chicago. Por aquella época la Universidad de Yale se encontraba construyendo el Peabody Museum y Mabel se había comprometido por escrito a cederles la colección. Surgió otro imprevisto. Haskins no permitío la recuperación de los animales si no se le abonaba una abultada cuenta por los gastos ocasionados por el almacenaje. La Universidad de Yale renunció a aquella donación. De la colección no se supo nada más hasta el otoño de 1919, cuando una hija de Mary Dartt encontró una carta del historiador y folclorista Henry W. Shoemaker en la que este decía que había visto la colección en Saratoga, que había estado a la intemperie durante un crudo invierno y que los especímenes se habían estropeado. Resultó que Haskins había fallecido, que la colección cayó en manos de un tal H. Hobbard, un vendedor de artículos deportivos, que los almacenes donde se guardaban los animales se demolieron, y que la colección efectivamente estuvo a la intemperie durante el invierno de 1917-18. Hacia 1920 Mary quiso recuperar la colección con la intención de donarla a la Universidad de Colorado. Los animales que parecían en mejor estado los llevó a un taxidermista con el propósito de restaurarlos, pero las piezas eran ya irrecuperables.
Mabel cedió la colección de su madre al doctor Haskins, de Saratoga Springs, Nueva York, que poseía una notable colección de minerales. Haskins esperaba vender las dos colecciones, la suya y la de Martha, y obtener alrededor de 100.000 dólares. El acuerdo preveía que Mabel recibiría una cuarta parte de lo que se obtuviese por la venta. La colección viajó a Saratoga en 1883 y durante diez años nada más se supo. Durante el verano de 1893 se celebraría en Chicago la Exposición Colombina. El invierno anterior el comité organizador del Pabellón de la Mujer trasladó a los organizadores de la Exposición su deseo de que los animales de la colección de Martha Maxwell estuvieran presentes en la muestra. Mabel, que vivía en Denver, pidió a su tía Mary, que se encontraba en Baltimore, que se desplazara a Saratoga y comprobara si el estado de la colección permitía aceptar aquella propuesta. Haskins, que había almacenado la colección en un pequeño granero, se negó a que los animales viajaran a Chicago. Por aquella época la Universidad de Yale se encontraba construyendo el Peabody Museum y Mabel se había comprometido por escrito a cederles la colección. Surgió otro imprevisto. Haskins no permitío la recuperación de los animales si no se le abonaba una abultada cuenta por los gastos ocasionados por el almacenaje. La Universidad de Yale renunció a aquella donación. De la colección no se supo nada más hasta el otoño de 1919, cuando una hija de Mary Dartt encontró una carta del historiador y folclorista Henry W. Shoemaker en la que este decía que había visto la colección en Saratoga, que había estado a la intemperie durante un crudo invierno y que los especímenes se habían estropeado. Resultó que Haskins había fallecido, que la colección cayó en manos de un tal H. Hobbard, un vendedor de artículos deportivos, que los almacenes donde se guardaban los animales se demolieron, y que la colección efectivamente estuvo a la intemperie durante el invierno de 1917-18. Hacia 1920 Mary quiso recuperar la colección con la intención de donarla a la Universidad de Colorado. Los animales que parecían en mejor estado los llevó a un taxidermista con el propósito de restaurarlos, pero las piezas eran ya irrecuperables.
Algunos autores denominan a Martha Maxwell como "madre de la Taxidermia". Incluso alguna publicación como Notable Women Scientists afirma:
"Se reconoce a Maxwell como la primera taxidermista en montar los especímenes en una postura natural, asegurando así que los montajes de historia natural de los museos adquieran autenticidad. Defendió además su convicción de que en este tipo de museos los animales se debían agrupar de acuerdo con su hábitat".
No tengo intención alguna de desmontar el mito. Recordemos, no obstante, que ya en la Encyclopédie de Diderot y D'Alembert (1782), Mauduyt de la Varenne describía la confección de hábitats con ramas y hojas artificiales "que recordaban a la naturaleza, y por esa misma razón aumentaban la [la sensación de] ilusión, propagando la apariencia de vida y evocando esa idea". También el italiano Paolo Savi o el inglés William Bullock rodeaban sus animales de un hábitat natural a principios del siglo XIX. En los mismos Estados Unidos, el pintor y naturalista Charles Wilson Peale pintó un autorretrato en el que aparecía rodeado de su colección, donde se aprecia que el fondo de las vitrinas que contenían los especímenes estaba pintado imitando la naturaleza. En cuanto a la aseveración de que fue "la primera taxidermista en montar los especímenes en una postura natural", son muy numerosos los testimonios que podrían desmentirla, pero por poner solamente dos o tres de ejemplos, Hénon y Mouton-Fontenille (1801) ya subrayaban la importancia de darle a cada ave su apariencia natural, y advertían de que la mayoría de los grabados que servían de muestra a los "preparadores" para montar las aves, las representaban mal montadas, que era preciso conocerlas anatómicamente y que era necesario observarlas vivas, en su estado de libertad. El también francés Louis Dufresne (1803), jefe del laboratorio de Taxidermia del Museo de París, y el naturalista inglés George Graves (1817), miembro de la Sociedad Linneana de Londres, en sus obras defendieron la importancia de ese hecho. Graves, al describir las técnicas de montajes de mamíferos escribió que al animal "se le dará una actitud natural que le haga recuperar su elegancia y su forma". Al tratar el montaje de aves, Graves añadió que consideraba "imperdonable" que no se pusiera atención en ese extremo.
Se suele afirmar sin más, quizá con demasiada frecuencia y ligereza, que Maxwell fue "la primera mujer taxidermista". Quizá lo fuera en los Estados Unidos. Cabe recordar que Jane Ward, hija y hermana de taxidermistas, perteneciente a la conocida saga de los Ward de Londres y que había nacido en 1817, durante los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XIX ya había realizado trabajos para el British Museum, que en 1856 se trasladó a Tasmania para hacerse cargo de la preparación de ejemplares en el museo de Hobart, y que en 1864 ejerció como taxidermista para el Australian Museum de Sydney. Justo en esa fecha, entre 1864 y 1868 Martha Maxwell se encontraba aprendiendo taxidermia con Ogden en Baraboo.
Por favor, no se lo tomen mal los defensores de Martha Maxwell. Yo me encuentro entre ellos. Otra innovación que se le atribuye frecuentemente es aquella que dice que -lo encontramos escrito en una popular enciclopedia en línea- "desarrolló nuevas técnicas, tales como el moldeo de la forma del animal en yeso antes de colocar la piel". Algunos autores, en estos momentos me acuerdo del libro de John Moring, también lo afirman. Otros incluso la ven como la precursora de una técnica que más tarde usaría William T. Hornaday o que perfeccionaría Carl Akeley, este último considerado como el "padre de la taxidermia moderna". Rudimentos de taxidermia dermoplástica los hallamos en Centroeuropa durante el siglo XVIII. Un ejemplo lo encontramos en el museo de Berlín donde se conserva la estructura de madera, en su momento revestida de yeso, de un jabalí que el rey Federico Guillermo I mandó disecar en 1724. La técnica dermoplástica se cita en un manual de Johann Friedrich Naumann de 1815, era común en el museo de Berlín a mediados del XIX, y uno de sus mayores difusores fue el también alemán Philipp Leopold Martin que la describió, perfeccionada, en un libro publicado en 1870.
La última atribución al personaje Martha Maxwell es aquella que asegura que se trata de "la primera mujer que cazaba y disecaba ella misma sus trofeos de caza". Yo no dispongo de datos que lo pongan en duda. Démosla por buena. No obstante, el verdadero mérito de Martha Maxwell fue su tenacidad y su lucha por no depender de nadie, y en unas circunstancias familiares y económicas nada favorables. Repasada su biografía, ese un hecho innegable. Como hemos visto, ella misma dejó testimonio escrito de esa circunstancia.
La biografía resumida de Martha Maxwell, fue teatralizada por Mary Jane Bradbury el 19 de mayo de 2009 en el marco de la exposición que el National Comboy & Western Heritage Museum de Oklahoma City dedicó a esta pionera. El vídeo de aquel encuentro, de una duración de 9'50", en inglés, es el que sigue:
Notas.-
(1) Oberlin fue la primera universidad de los Estados Unidos en admitir mujeres en los estudios reglados.
(2) Movimiento social femenino vinculado con los derechos de la mujer que luchaba contra el consumo de bebidas alcohólicas, causa de gran parte de la violencia doméstica. Nació en Estados Unidos a finales del siglo XVIII. La American Temperancy Society se fundó en 1826, llegó a tener 8.000 agrupaciones locales y millón y medio de miembros.
(3) Esta y la siguiente son imágenes estereoscópicas obra del fotógrafo de Denver William G. Chamberlain.
(3) Esta y la siguiente son imágenes estereoscópicas obra del fotógrafo de Denver William G. Chamberlain.
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Taxidermidades, 2015.
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