El perro Paco, leyenda de Madrid.


"¿Querrán disecarme? Semejante pensamiento me horroriza.
   No me gustaría que profanasen mi cadáver.
   Varias veces he pasado por casa de Severini y me he estremecido de temor mirando aquellas siluetas de animales inmóviles, rígidos, con vientres llenos de estopa, y sus ojos de vidrio, que me contemplaban de una manera fatídica.
   Ahora comprendo que era un presentimiento.»
                                             
Fragmento de "Memorias autobiográficas del perro don Paco".

La siguiente es la historia de Paco, el perro más famoso de Madrid. A finales del siglo XIX aquel chucho vagabundo y sin amo frecuentó tabernas, cafés, restaurantes, teatros, e incluso acostumbraba a asistir a las corridas de toros y a las carreras de caballos. Los periódicos -nos encontramos en pleno costumbrismo- lo elevaron a la categoría de leyenda. Se le dedicaron piezas musicales y coplillas, y su nombre sirvió hasta para comercializar productos de consumo. Tuvo un final trágico y tras su muerte aparecieron quienes se disputaron su propiedad. El perro Paco fue disecado por Ángel Severini, el taxidermista madrileño más popular del momento. Por esa razón lo traigo a Taxidermidades.
 

Grabado de la contraportada de la revista La Lidia del 24 de noviembre de 1882.

 
Después de ojear las publicaciones de la época a la búsqueda de información he de confesar que he quedado atrapado por la historia. Ello ha conllevado que en vez del acostumbrado resumen de no más de cinco o seis párrafos haya resultado un artículo muchísimo más extenso de lo deseable. No he podido sustraerme. He caído en la tentación de transcribir los periódicos de la época, manteniendo el órden cronológico, para ofrecerle al lector testimonio de primera mano. Tan sólo he añadido algunas notas.

El escritor Mariano de Cavia, que firmaba sus crónicas taurinas en El Liberal con el seudónimo de Sobaquillo, el 24 de abril de 1881 tras describir una faena del torero el Gallo añadía:
   "El famoso perro Paco
Lo acompañó en la faena
con un celo y voluntad,
Que yo para mi quisiera.
-¡Machío, aprende de Paco!
Gallito, qué te avergüenza!
-¡Hermosilla, ese es un perro
que tiene sangre torera!
Así gritaban algunos.
Aplaudiendo a
Paco y cuentan,
Que por su valor,
"en darle
la alternativa" se piensa.
   En lo que no se piensa es en impedir que durante el último tercio de la lidia del toro que cierra plaza se llene el redondel de curiosos impertinentes, capaces de dar un susto al miedo y de llevarse a casa una espuerta de cornadas...
   ¡Yo os saludo, valientes émulos del perro
Paco!"

José Machío Martínez y Manuel Hermosilla Llanera fueron los diestros que acompañaron a Fernando Gómez García el Gallo aquella tarde. La anterior fue una de las primeras menciones que en la prensa tuvo el perro Paco. A partir de mediados de 1881 sería frecuente que los cronistas taurinos se refirieran a él, bien para confirmar su presencia, bien para lamentar su ausencia. En La Lidia del 7 de noviembre de 1881, Juan de Invierno finalizaba una de sus crónicas con las siguientes líneas:
   "Para final de fiesta se lidiaron siete novillos embolados, de muchas patas, que proporcionaron algunos revolcones.
   D.
Paco estuvo siempre toreando en la cabeza.
   D.
Paco es un perro célebre que hay en Madrid, y que por lo visto ha resuelto dejarse el pelo."

 

Grabado de la época reproducido en ABC.

 
A la semana siguiente, en el Boletín de Lotería y Toros del 14 de noviembre de 1881 se podía leer "Corriéronse los moruchos embolados sufriendo los aficionados varios revolcones y siendo también cogido el célebre perro Paco, que bregó toda la tarde sin descanso". Fue precisamente a finales de noviembre cuando el perro Paco ganó notoriedad gracias a las biografías suyas que empezaron a multiplicarse en los periódicos generalistas. La primera de ellas en la revista de espectáculos El Tío Jindama, que llevó a su portada del 27 de noviembre de 1881 la historia de "El perro don Paco":
   "Con mucho gusto reproducirnos el siguiente artículo, por referirse al perro que durante algunas novilladas, o durante la lidia, o lo que sea de los embolados, corre tras las reses, se les pone delante, de costado, sin que ninguno de los que bajan al redondel le estorbe ni la haga daño.
   El artículo es una especie de biografía del citado animal, y se debe a la pluma de nuestro querido amigo el conocido revistero
Sentimientos.
   Paco I
.
   -Dice así:
   "Tal vez alguno de ustedes tendrá el gusto de conocerle.
   En apariencia es un perro; pero no puede asegurarse quo no sea otra cosa o haya sido.
   Lo mismo puedo ser un ex-personoje que un ex-bohemio.
   Le llaman
Paco, ofendiendo a sus tocayos.
   -
Paco apareció on el café Suizo en una noche lluviosa; enjugó su traje natural en las capas y faldas de gabanes que encontró a su altura; calentó sus extremidades en las estufas que no hay en el mencionado café o paseándose sobre el pavimento cubierto de serrín.
   Admitió algunos terrones de azúcar y otros obsequios que con buen fin le ofrecian los concurrentes al establecimiento, y salió después del café.
   A la misma hora se presentó durante algunas noches en el
Suizo (1). y tomó el carácter de parroquiano de los que no toman sino lo que les dan.
   Desde entonces no ha faltado un día ni una noche en el establecimiento a las horas en que se lo permiten sus ocupaciones.
   En poco tiempo logró captarse las simpatías de los abonados constantes del café; es decir, que demostró más talento que varios individuos que no logran hacerse simpáticos en toda su vida.
   Les pareció a los camareros que atendia al nombre de
Paco, y después de intentar espantarle de la casa, se familiarizaron con él y le admitieron en su poderosa amistad.
  
Portada de El Tío Jindama.
Su entrada en el café era los primeros días un acontecimiento.

   -¡
Paco! gritaban diez o doce concurrentes; y uno le ofreció un pastelillo, y otro un terrón de azúcar o un fragmento de mogicón o un bizcocho.
   -¿Conoce Vd. a ese perro? -preguntó un caballero a uno de los mozos del establecimiento.
   -No, señor -respondió con gracia el interrogado; -no sé quién es.
  
Paco logró relacionarse con lo más distinguido de la sociedad madrileña; tiene amigos en todas partes, y protectores y padrinos, el más consecuente es el señor marqués de Bogaraya (2) que le paga la cena todas las noches.
   A primera hora de la tarde,
Paco se presenta en los alrededores del Suizo, examina el personal y se dirige al Prado, al Parque de Madrid o a la Castellana; al hipódromo, si hay carreras de caballos anunciadas.
   No se sabe si él se entera de los carteles o si le informa algún amigo.
   Cuando hay corridas de toros,
Paco sale del Suizo después de pasar su revista y se encamina a la plaza; entra libremente o sobornando a los empleados de puertas, o burlando su vigilancia.
   Recorre los tendidos y hace escala en el núm. 2; presencia la lidia de un toro, bebe agua gratuitamente, si algún aguador se descuida, en una de las jarras que luego han de servir a cualquier aficionado sediento.
   En seguida sale de la plaza y se dirige al Retiro; pero solo, siempre solo y pensativo.
   Al tropezarse con algún tipo vulgar le insulta y le llena de improperios ladrados.
   Llegada la noche, asiste al teatro de la Zarzuela; en una de estas noches últimas ocupaba una butaca.
   -¿Quién es aquel perro? -preguntó un acomodador a otro.
   -Pídele el billete -respondió el segundo -puede que sea de la casa.
   En
Fornos (3) tiene amigos y protectores; en teatros y paseos siempre encuentra alguna persona conocida que le llame o le salude.
  
Paco se aproxima al que le llama, le mira con cariñosa expresión y como si con las miradas le preguntara:
   -¿Llevas algo que comer?
   Si el caballero no entiende el idioma y continúa su camino,
Paco le acompaña en un corto trecho y luego se retira pensando indudablemente:
   -¡Buenos amigos tienes, Frasquito!
   Personas maliciosas suponen que
Paco oculta una historia triste, porque siempre anda pensativo y nunca se le ve con alguno de sus compañeros de clase.
   Por más que él oculta cuidadosamente sus secretos y no pronuncia una palabra siquiera, se descubre en
Paco un talento de primer orden.
   Hay quien supone que tiene un plan de Hacienda y que ha escrito un drama; no se puede pedir más a un perro español.
   Las insidiosas instigaciones de los agentes de la municipalidad para convencerle de que se dejase obsequiar con la estricnina rebozada del ayuntamiento, han sido infructuosas en todas épocas.
   Cuando él observa el movimiento de la población de su especie y ve la actividad de la Funeraria económica de limpiezas, se previene.
   Los agentes municipales son sus más encarnizados enemigos.
   -Toma,
Paquito -le decia una de estos- toma, que es de Extremadura; es un obsequio que me tomo la libertad de hacerte.
   Y
Paco respondió, gruñendo con indignación:
   -Vaya usted a obsequiar al alcalde, que yo no lo uso.
  
Paco es el número uno de los perros de Madrid y del país en general.
   Ha viajado mucho, según suponen algunos hombres que alternan con él.
   Es negro azabache, de regular tamaño, y lana entrefina; de raza mezclada de Terranova, y no sé si asturiana.
   Sus ojos brillantes tienen más expresión que los de un tenor de ópera italiana.
   Es altivo y cortés al mismo tiempo; uno de los mozos del
Suizo, que le trata y le comprende, asegura que cierta noche le había dicho, con los ojos bañados en llanto, después de devorar un bistec con salsa picante:
   -Mire Vd., hay chuletas que no se borran jamás de la memoria.
   Es como si hubiera dicho un hombre:
   -Hay acciones que nunca se borran del corazón."

El 7 de mayo de 1882 apareció un artículo en el periódico satírico político bisemanal Gil Blas, firmado por Tomás Tuero, titulado "Una mañana a perros", en el que hacía una crítica social a través de un diálogo imaginario con el perro Paco:
   "No todo ha de ser bella literatura... Sobre que no es bella más que en contadas ocasiones, los aficionados sentimos, a medida que avanza la estación, una especie de hastío, un desdén profundo hacia eso que llama El Tiempo nuestro movimiento literario; aparte de que no se mueve una hoja.
   Y es que la Primavera triunfa en el Retiro y en el Prado... El mes de Mayo, con sus grandes éxitos, hace olvidar comedias y libros que, por hermosos que consigan ser, nunca lo serán tanto como el sol y las flores...
   De esta misma opinión, aunque me esté mal el decirlo, parece ser el distinguido perro
Paco, tan conocido y apreciado en todos los círculos madrileños.
   Desde la marcha de Sarah Bernhardt no se le vio en ningún teatro, a no ser en la comedia, primer turno, por no desairar a la Marini
(4). También emigró del Suizo, cansado de las estériles discusiones que había escuchado atentamente durante el invierno. Paco se convenció, por otra parte, de que la regeneración de las letras no saldría probablemente de allí.
   Esta madrugada, al retirarme, me lo encontré en la calle de Alcalá. Iba derecho al Retiro. Llegó hasta mí afectuosamente, como perro que no olvida jamas los terrones de azúcar recibidos, y me saludó con su tierna mirada y meneando la mutilada cola...
   -¡Oh, Paco! ¡tú por aquí! ¡Pero nos has abandonado por completo!... ¡Tunante! Ya sé que has armado un gran escándalo en los toros el otro día... ¡Bueno te pone Eduardo Palacio en
El Imparcial!... ¿Y qué te haces ahora?
  
Paco movía el rabo expresivamente... Conozco muchos oradores que no alcanzan a decir con la lengua lo que el simpático can da a entender con su cola.
   Amanecía. La idea de
Paco, de pasear la mañana, me pareció excelente. Además, habla uno de ordinario con tales personas, que la conversación de un perro resulta sumamente agradable.
   -Sí,
Paco, créeme. Tú no sólo eres una notabilidad en tu clase, sino que podrías hacer papel entre los hombres. Te empeñasen probar a la gente que lo blanco es blanco, y sudas tinta; casi nadie te entiende. Tú entiendes a media palabra. Yo te ví en el teatro Real, fila séptima, oyendo el Hernani (5); pues conocí que estabas entusiasmado. Sobre todo en el quinto acto, cuando Sarah conoce que su amante ha muerto, por poco le llevas media pantorrilla a aquel sietemesinos estúpido que se rió desvergonzadamente... No me lo niegues; aquella indignación te honra. Tú eres perro viejo y de gusto. Haces justicia al mérito. Tampoco has incurrido en la vulgaridad de menospreciar a la Marini, en fuerza de admirar a Sarah, como si por ser esta una tan excepcional artista, perdiera aquella algo de su gran mérito... Déjate de modestias, Paco, no menees la cola de ese modo; lo que digo es la pura verdad. Eres un perro con sentido crítico.
   Si alguna vez fundo un periódico, cuento contigo, y tendré por lo menos la seguridad de que no pondrás nunca en ridículo mi publicación. En política ya sé que calzas muchos puntos también. Pero no has tomado partido, porque comprendes que un perro que se estime no puede afiliarse hoy a ninguna de esas fracciones sin criterio y sin fe... Bien te vi el otro dia en el salón de Conferencias escuchar el diálogo de aquellos tres diputados rurales. ¡Cómo gozabas con sus solecismos, bribón! ¿Pues viste aquel, el más gordo, el que decía
cualisquiera? Ese quiere ser director de Aduanas o de cualisquier otro ramo, porque en eso no hace hincapié. Lo que quiere es una dirección, cuando lo más que puede dirigir es una diligencia. Y a propósito: ¿por qué no te presentas tú diputado? No te ruborices, hombre. ¿Que no sirves? ¡Pues no has de servir! ¿Que ladras? ¿Pues no ladran muchos de ellos? Mira, esa modestia te va a perjudicar. Aprende de D. Zoilo Pérez (6), que no se paró en barras. ¡Si en este país hay que ser así!
  
Paco varió de conversación. En aquel momento cruzábamos ante los Jardines que Ducazcal (7) tomó en arriendo, como todos los demás teatros, y una oleada de aromas bañó mi cara y su hocico, respectivamente.
   Continuamos en silencio, subiendo hacia la puerta de Alcalá. El olfato es un gran auxiliar del recuerdo, y aquellas auras perfumadas despertaron en mi memoria algunos episodios de mi vida, en excursiones matinales parecidas, ocupando mi imaginación por entero.
Paco seguía a mi lado, sumido también en una profunda reverie.
   Un grupo de modistillas, guapas y alegres, cruzó a nuestro lado, perdiéndose bulliciosamente en la umbría. Largo rato continuamos oyendo sus carcajadas sonoras y su palabrería gárrula...
   Llegamos al
restaurant!, a cuya puerta me senté a tomar chocolate.
   -¡Ay,
Paco! Las mujeres... ¡Cuánta hermosura al mirar!... Te aseguro que todas las pullas que les ha dirigido Shakespeare reunidas, no punzarían tanto como lo que yo pienso en estos momentos; si pudiera condensarlo en una sola frase... Pero, en fin, repitamos modestamente lo que dice el gran husmeador de los abismos femeninos, pues no es cuestión de hacer frases nuevas a estas horas: ¡Pérfida como la onda!
   ¿Y qué me dices de las perras,
Paco? Te he visto siempre muy reservado sobre este punto. ¡Ah, pillín! Eso hacen siempre los grandes conquistadores. El perro charlatán nunca fue mordedor. Y que tú debes tener gran partido, salta a la vista... Guapo, lleno de prestigio, comiendo en Fornos... no debe haber quien te resista en toda Terranova. ¿Qué soberbia falderilla de vizcondesa no se enorgullecería de tener que ver con Paco, el perro literato, el bohemio dorado, una de las figuras que se enseñan al provinciano cuando llega a Madrid? ¡Vamos, no te pongas así! Parece que te enfadas de veras. Pues en la calle del Turco muy animadamente hablabas con cierta podenca, aquella noche que te encontré, saliendo yo de la Zarzuela (8)... Por cierto que ahora la veo con otro, un perrazo cursi, de esos mastines por civilizar, y que la tal podenca me parece una coquetuela de tomo y lomo...
  
Paco me miraba, entre triste e iracundo. Tenía ensangrentados los ojos... Se veía que hacía esfuerzos por contenerse. Yo comprendí que había ido muy allá...
Por fin el perro encontró un temperamento medio, el de manifestarme su desagrado sin morder al que por tanto tiempo consideró amigo. Y él, que no ladra nunca, como animal culto que es, echó el hocico en alto, recogió con fuerte aspiración gran cantidad de aire, y, no de otro modo que el más villano perro de cortijo, rompió en ladridos rústicos y nerviosos...
   -¡Guau, guau, guau!
   Después dio varias locas piruetas, corrió de aquí para allá, como habiendo perdido su centro, y, por fin, después de tranquilizarse un poco, volvió junto a mí, concluyendo por lamerme la mano, mirándome melancólicamente.
   -¡Pobre
Paco, perdóname! Yo no quería lastimarte... Ignoraba que tú también tenías historias íntimas... Pero ¿qué hemos de hacerle? ¡Ladremos a la luna, pobre Paco!...
   El perro recobró su serena mirada de filósofo. Imperturbable, parecía decirme que no sentía ya más que indiferencia y desdén...
   Una perra, negra como una mora, esbelta, interesantísima, apareció en aquel instante, saltando por encima de un seto... Era de aguas.
   Paco se irguió de pronto, brillando en sus ojos un relámpago... Un momento creí que todo lo que me había dicho antes era hipocresía pura...
   Instintivamente se aproximó a la recien llegada, la examinó con curiosidad, la olió, y volviéndose hacia mí, como para tranquilizarme respecto a la entereza de su carácter, hizo bonitamente lo que Aureliano Scholl
(9) llamó hace poco tiempo "brindar por M. Zola"."

 

Grabado de la época representando a Paco y al marqués de Bogaraya.

 
Ramón de Navarrete, que firmaba en el diario conservador vespertino La Época la crónica social con el seudónimo de Asmodeo, publicó el 12 de mayo de 1882 el siguiente texto:
   "¿Conocéis a Paco, lectores? -¿Quién no lo conoce en Madrid?
   Es el ser a la vez más aristócratico y más popular que existe: es el tipo acabado y perfecto de la disipación, del placer... y del orden.
   Nadie tiene noticia de su domicilio: nadie sabe dónde se alberga; lo probable es que carezca de casa y de hogares, pues, un vagamundo; pero un vagamundo de buen tono y amante de la alta sociedad.
   Dejadme describiros su vida y costumbres, y después me diréis si le calumnio u ofendo con las frases que acabo de trazar.
  
Paco hace su primera aparición en las calles a las nueve de la mañana.
   ¿De dónde sale?
(10) -Todos lo ignoran -¿A dónde va? -Todos lo ven.
   Encamínase a la Puerta del Sol, y se entretiene en ver llegar y partir los tranvías; en saludar a sus amigos y conocidos que a aquella hora circulan ya por allí.
   Cuando ha cumplido todos estos deberes de educación y de cortesía,
Paco dirígese rápidamente a la plaza de Palacio, y se deleita, -¡caso raro entre los de su especie!- oyendo los acordes de las músicas militares.
   Luego viene a pasearse, como si fuera un dandy o un
gomoso, por la Carrera de San Jerónimo, y recibe caricias y obsequios de sus innumerables relaciones.
   Este le compra un pastel en
Lhardy (11); aquel le regala un terrón de azúcar; el de más allá le agasaja con un buñuelo.
  
Paco todo lo acepta, esperando de este modo sin impaciencia la hora del almuerzo, que inevitablemente hace en uno de los mejores restaurants de Madrid. Fornos, Los dos cisnes, El café Inglés gozan del privilegio de alimentarle con escogidos manjares, que él mastica sin ansia y sin afán, como acostumbrado a la buena mesa.
   Pero
Paco no tiene nunca dinero, y esos banquetes suculentos los disfruta siempre de gorra.
   En seguida, y para hacer la digestión,
Paco duerme una larga siesta, que le permite presentarse alegre y descansado en el paseo del Retiro, cuando concurre la high-life.
   En aquel sitio es donde se evidencian el afecto, las simpatías, la popularidad de que goza mi héroe.
   De los lujosos
landaux, de los milores, de los coupés le llaman, le saludan y lo acarician.
   Él recibe estos homenajes como un tributo debido a su mérito; como un efecto natural de sus dotes y cualidades.
   En ciertas ocasiones, por convite espontáneo o voluntario, suele subir a un carruaje abierto y mirar desde allí a la multitud con arrogancia y desprecio.
   ***
   Se acerca la hora de comer, y
Paco vacila entre el Veloz-club, el Casino o las fondas que he enumerado antes.
   Si alguno de sus amigos no le invita, se invita él mismo, y es bien recibida constantemente su presencia.
   Pero no le deis manjares comunes ni ordinarios.
Paco un aristócrata en todo, y desdeña los platos vulgares.
   Salsas de perdices, pavo trufado, faisán, salmón; he ahí lo que prefiere y de lo que hace ordinario consumo. No lo desagradan tampoco las golosinas, y lo mismo come bizcochos, que merengues y pastas.
   En cuanto a la bebida, es muy sobrio, y nunca se le ha visto embriagado; -verdad es que sólo bebe agua pura.
   ***
   Si se halla abierto el teatro Real,
Paco asiste a él invariablemente cada noche: sólo que como no tiene con que pagar la localidad, se limita a vagar por los alrededores, viendo los que salen y entran, o aventurándose alguna vez a entrar en el vestíbulo.
   Aunque intruso en semejante sitio, nadie se formaliza con él, nadie le expulsa, y todos le permiten una dulce familiaridad.
   -¡
Paco! ¡Aquí está Paco! -gritan a coro, prodigándole, según costumbre general, caricias y mimos.
   Cuando se cierra el regio coliseo, cuando se abre el circo de Price,
Paco es asiduo asistente a sus funciones.
   Por lo común, ocupa una silla de primera fila, desde donde observa en silencio y con vivísima atención los ejercicios.
   Ahora forma parte de ellos una comparsa, -no quiero decir compañía,- de perros sabios, que muestran inteligencia y habilidad sorprendentes.
   Pues bien,
Paco, entusiasmado, se lanzó a la arena la otra noche, e intentó cooperar al espectáculo; pero el signor Magrini no quiso permitir aquella intervención extranjera, y Paco se volvió a su sitio, triste y mustio, con gran pesar de los espectadores.
   ***
   No es esto decir que
Paco no frecuente las demás diversiones públicas: es segura su presencia en las corridas de toros, a las cuales muestra mucha afición; en los conciertos del jardín del Buen Retiro, y, sobre todo, en las carreras de caballos, donde parece interesarse vivamente por el triunfo de los del país.
   Porque
Paco es un buen patriota, que no pierde ocasión de demostrar su cariño al suelo donde nació.
   En dos o tres ocasiones distintas han intentado varios de sus amigos llevarle a París o a Londres, y siempre se ha resistido de la manera más decidida y heroica.
   Por nada de este mundo abandonará él Madrid, población en que es tan querido, en que halla copiosos recursos para su subsistencia; en que,
gratis et amore, y sin el menor trabajo, tiene almuerzo abundante, comida suntuosa, espectáculos brillantes y variados, todo lo que puede apetecer el más exigente y refinado en sus gastos, tendencias y aficiones.
   ***
   La única parte donde
Paco no se ha introducido aún, -y digo aún, porque es posible que se llegue a introducir,- son los salones del gran mundo.
   Sin embargo, cuando hay un baile, un concierto, una fiesta, en fin, de esas que atraen numerosa y escogida concurrencia, se le vé andar hasta las altas horas de la noche por los alrededores de la casa; observando los que bajan de los coches; pasando quizás revista a los atavíos de las damas; atreviéndose
aliquando a aproximarse a sus conocidos, quienes le acogen con inalterable afecto.
  
Paco no haria mal papel en los saraos de etiqueta, porque va siempre correctamente vestido de negro, y se distingue por su extremada limpieza.
   Jamás se nota en él una mancha de lodo; jamás esas señales de descuido que hacen repugnantes los seres de su raza.
   De genio pacífico, de natural bondadoso, no riñe ni se indispone con nadie; y a todos sus semejantes guarda las mayores consideraciones.
   No quiere decir esto que sea cobarde; pues cuando llega el caso, sabe tomar una actitud terrible e imponente.
   Por lo regular, a las doce o la una de la noche,
Paco desaparece.
   ¿Dónde está su misterioso albergue? ¿Dónde duerme? ¿Dónde se recoge?
   He ahí su secreto, que guarda con la mayor reserva.
   Quizás su casa no es digna de sus hábitos elegantes; quizás se avergüenza de revelar el oscuro antro en que habita.
   Pero a la mañana siguiente, a la hora en que las personas decentes se levantan, torna a presentarse alegre, bullicioso, juguetón, a proseguir su plácida y cómoda existencia.
   ***
  
Paco no es enamorado ni galanteador; jamás se le ha visto perseguir ni cortejar a una hembra; jamás se han descubierto sus amores o sus inclinaciones secretas.
   ¿Es casado, es soltero? -Su virtud es indicio de lo uno; sus hábitos nómadas y errantes parecen indicar lo otro.
   Lo único seguro y positivo es que no se le conoce descendencia; y que no se ha batido con ninguno por rivalidades o celos.

   Oigo que mis lectores me preguntan:
   -¿Quién es
Paco? ¿Cuál es su apellido? ¿Cuál es su familia?
   ¡Cómo! ¿Hay alguien que no le conoce; quo no tiene noticia de él; que no le ha visto nunca?
   Escribiendo según escribo para todo el mundo, y no para individuos determinados, terminaré diciendo que
Paco se llama Paco a secas; que no sé quién le dio este nombre extraño y singular; y que el personaje cuyo carácter, costumbres y ocupaciones acabo de describir... es un perro negro, sin amo ni hogar, pero que por las causas que he referido antes fielmente, ha conseguido en la corte verdadera notoriedad."

Eduardo de Palacio, el 13 de mayo de 1882 en el influyente El Imparcial, de tendencia democrática liberal, publicó con el título de "El perro don Paco. Silueta contemporánea" otra biografía más. Vamos comprobando que todas se parecen. Esta, además, sería premonitoria:
    "Ya le conocen ustedes, y ya nos hemos ocupado de tan importante figura hace tiempo; antes que todos sus biógrafos; tenemos este honor, o lo hemos tenido.
   Pero como cada día adquiere mayor importancia, y en este país de perros no tendría mucho de extraño que fuese llamado algun día a formar ministerio, bueno será que ampliemos los datos.
   Hay otra razón para esto: aunque le conozcan ustedes, no estarán al tanto de todos los pormenores de la vida y de la historia de
Paco.
   Es un perro, al parecer, que viste constantemente de etiqueta: frac negro, muy corto de rabo, calzón ajustado, negro, a la portuguesa, media negra y zapato negro, y entre las solapas del frac asoma una pechera blanca como la nieve.
   Sus ojos son negros, también de etiqueta, grandes y expresivos como los de una mujer morena.
  
Paco apareció en Madrid como aparecen algunos poetas y muchos hombres políticos, con el proyecto de drama o con el proyecto de Constitución, respectivamente.
  
Paco no traía mas que su instinto superior y su apetito desordenado por comer y beber.
   Un perro, mas nada habría de importar en los círculos de la clase; para los hombres, ¿qué significa un perro que no es mastín ni de caza?
   Si
Paco hubiera sido un Francisco de caza, a estas horas el gremio cinegético le habría declarado benemérito de la patria e hijo adoptivo de varios cotos.
   Pero es un perro negro, un seminarista que ladra, dicho sea dicho con perdón, un perro oscuro por
"la color tostada de su rostro"; como dijo un poeta ya difunto y diría cualquier otro poeta vivo, de la raza del mencionado.
   Dotado con excepcionales condiciones, llegó a Madrid, examinó en rápida ojeada, no ya a los perros, si
que a los hombres de más talla en ciertas aplicaciones del ingenio humano, y se dijo o se ladró a si mismo:
   -Este es un país perdido, aquí está la tierra de promisión para los perros: entre esta muchedumbre de zánganos puedo brillar sin esfuerzo: lancémonos a la vida pública: aquí al individuo oscuro, de cualquier especie que sea, nadie le mira, todos le desprecian.
   Y luego, pensando en las contingencias de lo porvenir, añadiría:
   -Hay un municipio, no haré caso; hay ordenanzas de policía, las desprecio; no he de ser yo más vulgar ni más tímido que esos vecinos que toman el sol o el fresco en las aceras de las calles; que educan a los hijos en el arroyo; que descargan seras de carbón a cualquier hora del día; que obstruyen la vía pública formando pelotones para ocuparse de recomponer el mundo político, sin pensar en sus familias que esperan con ansiedad el triunfo del garbanzo y del pan de cada día; soy algo más grande y más digno que esos beodos de número: soy libre.
   Y así de deducción en deducción, continuaría
Paco:
   -Que distribuyan los agentes municipales la morcilla trágica, pues no la como; que me molestan los chiquillos pidiéndome gracias dignas de mono, pero no de perro ilustre: nosotros, es decir, uno de mi familia acompaña a San Roque perpetuamente, y el Can Cervero es, en clase de perros, el barba mas notable que se ha visto en compañía dramática. Aquí es necesario vivir, y vivir sobre el país; pues viviré.
   Un marqués ilustre, no sólo por su origen, si que también por sus raras prendas, vio cierta noche junto a la mesa del café donde cenaba a un perro negro, silencioso y observador, que seguía con las miradas todos los movimientos del marqués.
   Le obsequió primeramente con un fragmento de chuleta, y el perro la devoró con gratitud y apetito.
   Ofrecióle luego un tasajo de carne, y el perro la aceptó con finura.
   Después le entregó en depósito un pastelillo, y el perro le guardó como recuerdo de tanta magnificencia.
   Cuando el marqués salió, siguióle el perro negro hasta la puerta de su casa sin que su protector se enterara de ello.
   Un conocido poeta habia acariciado o invitado a cenar alguna vez al perro incógnito.
   El marqués halló al sentarse para cenar en otro café a la noche siguiente, al mismo perro, que le acarició como diciéndole:
   -Buena noches, señor marqués. ¿Cómo sigue usted? Qué vamos a cenar esta noche?
   El marqués mandó que le sirvieran un
bistec al perro, que le devoró en silencio.
   La escena se repitió.
   Varios individuos trasnochadores encontraron a
Paco, que este era el perro incógnito; se ocuparon de él, le invitaron, y así sucesivamente fue aumentando el número de los conocimientos y amigos de Paco.
   Se habló de tan importante perro, y en fuerza de tiempo llegó a ser una eminencia en el país.
  
Paco viste bien, es limpio, le bañan gratis los mangueros del municipio, come bien, almuerza detritus de pasteles que le reserva un repostero humanitario de animales y plantas, duerme en Fornos, en el Veloz o en cualquier otro establecimiento donde cuenta con protectores.
   En día de carreras de caballos,
Paco es el primer aficionado que va al Hipódromo, de lo cual deduce un cronista que ha sido perro, que Paco entiende de letra.
   Presencia las carreras y ladra para vitorear al vencedor; pero no apuesta.
   No falta en la plaza de toros cuando hay corrida.
   Estas aficiones taurómacas han de ser la causa de su muerte.
   En corridas formales asiste desde la barrera, insulta a los toros y a los toreros cuando están mal.
   En novilladas,
Paco se lanza a la arena y torea; cuando los mansos aparecen para aconsejar a la criatura que se retire Paco los acompaña basta la puerta del corral, y enseguida corre a situarse frente a la puerta del chiquero esperando al otro joven embolado.
   Ha sufrido una cogida, sin consecuencias: los monos sabios le condujeron en brazos a la enfermería.
   Varias personas notables dejaron tarjeta.
   Cuando ve a un ministro o a un torero se le bailan los pies de gusto.
   Asiste a varios teatros; pero no entra donde huele que se representan dramas; es muy delicado de tímpano.
   Los acomodadores se lo permiten, ocupa alguna butaca vacante; ve con paciencia un acto, y cuando cae el telón, sale de la platea; algunas veces parece que gruñe, como diciendo: -No me volveréis a pillar en otra; ya leeré en los carteles lo que echáis... a perder.
   En el Hipódromo visita el palco regio, recibe favores sin ensoberbecerse ni indignarse; después recorre las tribunas de la aristocracia, donde cuenta con algunos protectores, y después se mezcla y colea, no pudiendo codearse, con la muchedumbre.
   Este género de vida le ha captado simpatías en todas las clases sociales.
   Perro independiente, no tolera que le declaren de propiedad particular; admite los beneficios, pero huye del encierro.
   No es un perro para casa de los padres.
   Los chiquillos juegan con él y tolera a los chiquillos.
   En su cuartel general, que es la esquina de! café
Suizo, insulta a cuantos hombres pasan cargados o van mal de ropa.
   No recorre mas que los establecímientos del centro de Madrid.
   Es rareza, hasta hoy no se le ha conocido amoríos con señoras o señoritas de su clase.
   No se sabe a quién dijo él que su nombre era
Paco, pero atiende a ese nombre.
   Todos le miran, todos le llaman, y él tiene una sonrisa para cada amigo, porque sonríe indudablemante.
   En ocasiones se ha visto muy comprometido: algún guardia municipal le ha salido al paso diciéndole: -¿Quieres hacerme el favor de aceptar esta pequeña muestra de afecto del Sr. Alcalde primero?
   Y
Paco ha respondido:
   -Llévatela para los niños.
  
Paco disfruta más popularidad que muchos hombres populares.
   -¡Quién fuera
Paco!- exclamaba ayer un caballero de la clase de perros, que aborrece a los perros grandes y chicos sin conocerlos.
   No le faltaba más que penetrar en el palacio de la Representación Nacional, y ayer lo consiguió.
   -¡Es Paco! -repitieron varios representantes, viéndole entrar en el salón de Conferencias.
   -¿Por qué distrito viene? -preguntó un diputado primerizo.
   -Es de suponer -le respondieron- que venga por la tajada.
   -¿Y en qué fracción está?
   -En la perrera.
   Cuando vio entrar al Sr. Cánovas le dirigió algunas frases, es decir, algunos ladridos.
   Esto produjo honda sensación en los ministeriales, que le declararon correligionario.
   -¿Quién es este perro? -preguntó con seriedad uno de los señores de la mayoría.
   Y otro le contestó:
   -No tengo el gusto de conocerle personalmente.
   Se cree que ha sido un hombre importante.
   Hay quien le supone hijo da una familia muy conocida.
   Un protector de animales dice de Paco:
   -Si Dios le concediera la palabra, sería un Bismark en posición dificultosa."

 

Anuncio de la manzanilla El Perro Paco.

 
Al día siguiente, en las crónicas de las carreras de caballos del mismo periódico, volvía a aparecer Paco: "El perro Paco tomó parte en la primera carrera, siguiendo al caballo Frascuelo. Esta falta de seriedad en Paco fue muy censurada por algunas personas y aplaudida por la pebre [por plebe]". El periódico liberal progresista La Iberia de ese día 14, además de comentar las carreras, hizo lo propio con las andanzas de nuestro perro:
   "Las carreras de ayer las más concurridas.
   Grandes emociones y desengaños para los apostadores.
   En el restaurant buen día para Pepe Zaragoza, pues con el calor que hacía apetecían los líquidos.
   El perro Paco se embuchó allí algunos emparedados, sin perjuicio de visitar más tarde los breaks, en que había exquisitos fiambres.
   Los que creen en la transmigración de las almas creen ver en Paco la encarnación de Perico Manguela (12).

El 15 de mayo de 1882 se publicó en La Época:
   "Dice El Tiempo que algunos enemigos de las carreras de caballos, rompieron ayer algunas bocas de riego del hipódromo, y que apercibidos del suceso, se pusieron guardias y se sorprendió a uno de los malhechores infraganti.
   También dice que el perro
Paco no asistió ayer a las carreras, pero que en las que se celebraron el sábado lo tuvieron detenido para que no tomase parte en el espectáculo hípico."

Pedro Bofill escribía en la portada del diario El Globo del día 28 de mayo de 1882 un artículo que llevaba por título "Dado a perros":
   "El monte de la antigua fábula parió un mezquino ratón.
   Madrid ha hecho más que el monte: Madrid ha dado a luz un perro.
   ¿De dónde ha salido? Nadie lo sabe. Pero la población madrileña está loca con él. El perro
Paco es ya una obsesión, una calentura, un delirio.
   Yo creo que sostenemos agentes municipales con el solo objeto de librar al predilecto can de la morcilla del municipio; los serenos de la villa no tienen sin duda otra misión que hacer compañía al perro, a fin de que no se aburra durante las altas horas de la noche; y hasta me atrevo a sospechar que las luces eléctricas que se están ensayando en la calle de Alcalá son luminarias in-can-descentes, colocadas exprofeso en lo alto de los mástiles para alumbrar la salida de
Paco del restaurant de Fornos.
   Sí; Madrid cuida a su perro con solicitud verdaderamente paternal...
   Y sólo falta ya una cosa. Sólo falta hacer una pequeña reforma en el escudo de la villa y corte.
   ¡Colocar a
Paco junto al arbusto tradicional, dejar cesante al oso y trasformar heráldicamente a Madrid en villa del perro y el madroño!
   ***
   Todo el mérito de ese perro singular, que no me ha sido presentado todavía, y del cual puedo hablar por consiguiente con entera libertad, sin miedo de faltar a las más rudimentarias leyes de afecto, amistad y cortesía, consiste en ser un Perico Manguela de la raza canina, en desnaturalizar los instintos domésticos y serviles que en no sé cuál dia de los siete de la creación puso el Hacedor en la sangre perruna, y en asistir a los espectáculos públicos, y principalmente a las corridas de toros, sin duda porque ha comprendido que para ser perro de la nación, es necesario fomentar el espectáculo nacional con su presencia y con sus ladridos.
   En la Plaza de toros ha puesto el sello a su popularidad. Los revisteros le han abrumado a fuerza de bombos; los comensales de los más suculentos restaurants y fondas de Madrid, han compartido con él los regalos de la mesa. Por la calle es acariciado, mimado, idolatrado...
   Si os llamáis Francisco (lo cual está en lo posible, aunque no poseáis las riquezas de que Paco Arderius
(13) hace gala en todos sus artículos), os aconsejo que no paséis a altas horas de la noche por la Carrera de San Jerónimo, calle de Sevilla, Puerta del Sol, etc., sitios por donde vuestro homónimo, el ahíto perro, suele pasear, ostentando a la luz del gas su lustrosa personalidad rabona; porque si no tenéis una gran dosis de filosofía, os podrá tal vez molestar que las cariñosas voces de ¡Paco!... ¡Paco!... ¡Paco! vayan dirigidas a un cuadrúpedo, a quien todo el mundo trata de conocer, mientras que tal vez se desconocen completamente vuestros méritos y vuestras virtudes.
No intento hacer la biografía del perro
Paco: ¿para qué? Los periodistas más ingeniosos de Madrid han llamado ya la atención pública sobre la aparición de este perro, cuyo principio y cuyo fin es desconocido como el de ciertos Cometas.
   Canten otros sus alabanzas.
   Yo confieso que
Paco me abruma. Oigo hablar de él por todas partes con una insistencia y una tenacidad desesperantes, y las condiciones ciertamente excepcionales de ese animal, que en un principio me fueron simpáticas, empiezan a atacarme los nervios y a causarme la molestia que me produce un aire musical cuando no puedo quitármelo de la memoria, y estoy, a pesar mio, tarareándolo constantemente.
   Hoy parece que no hay otro asunto en Madrid que merezca ocupar a sus moradores más que el asunto del perro
Paco.
   Se esperan con ansia las corridas de toros para ver qué actitudes tomará el perro
Paco en ellas. En el Hipódromo, en el Congreso, en el Ateneo, en la Asamblea federal... en todas partes se ha visto al perro Paco. Ya no se puede hacer nada sin él, y ganaría indudablemente mucho dinero el industrial que abriese un establecimiento cualquiera anunciando que estaba contratado el perro Paco para exhibirse detrás del mostrador a la contemplación de los parroquianos.
   Muchas personas abren todos los días el periódico, y lo primero que buscan en él son noticias de
Paco.
 -¡Vamos a ver, -dicen,- cómo ha pasado la noche ese animal ilustre.
   Y pierden el apetito o no hacen buena digestión si su periódico predilecto no les comunica tres o cuatro rasgos del célebre perro.
   Uno queria convencerme el otro día de que
Paco tiene aptitudes para todo.
   Y me decía:
   -Mire usted, no hace muchas noches que se acercó a mí en el café, cuando estaba cenando. Le di una chuleta, se la comió, y después me alargó la pata en señal de agradecimiento.
   -¡Qué asombro!
   -Lo asombroso no fue esto, sino el cosquilleo que me hizo con la uña. ¡Parecióme que estaba haciendo una seña masónica! ¡Cuando le digo a usted que ese perro!...
   ***
   No sé lo que durará su popularidad; pero, ¡ay! Pueden temer por él sus admiradores recordando cómo se dejó de buscar la pastora y la sombra de Napoleón en aquellas tarjetas que amenazaron con llevarnos a Leganés durante algún tiempo, y en qué grado de ruina se encuentra hoy esa otra especie de perro
Paco, que se llamó Ángel 1°.
   Por muy pronto que llegue ese destronamiento canino, no podrá quitarnos que hayamos visto una faz nueva de Madrid, de esa población original y filantrópica, que deseando emular a los ingleses en aquello de que
"el tiempo es oro", echa el tiempo a perros (moneda chica), y puesto que haya desterrado de sus imitaciones traspirenaicas, por razones de moral, el baile del can-can, eleva casi a la categoría de divinidad a un can sin partida de bautismo conocida, y sin haberle exigido antes el solemne juramento de que no ha de rabiar ni ha de morder a nadie.
   Algunas naciones tienen su elefante blanco y su cocodrilo sagrado. Madrid tiene su perro. La enfermedad reinante en la semana actual es la monomanía... digo mal: la perromanía,
   ¿Qué opina de esto el doctor Esquerdo?
(14)"

Al día siguiente Mariano de Cavia añadió al final de su crónica taurina en El Liberal la siguiente "Nota final":
   "Mi amigo de Chipiona
Que es muy buena persona,
Y a pesar de sus gustos demagógicos,
Tiene grandes blasones pedagógicos,
Va a formular -si no hay inconveniente-
Un proyecto de ley, que es el siguiente:
I. Queda severamente prohibido hablar del perro
Paco hasta la primera crisis ministerial que ocurra.
II. Todo el que contraviniere a esta disposición, será declarado
cursi de solemnidad.
III. El que reincidiere, será condenado a tres meses y un día de perrera.
IV. El que explotare la popularidad de dicho perro vendiendo aleluyas y folletos clandestinos, será condenado a
bozal perpetuo."

El 30 de mayo era José Fernández Bremón, el escritor y periodista encargado de redactar la "Crónica General", quien se refirió a Paco en La Ilustración Española y Americana:
   "La figura más interesante de esta corte, el héroe favorito de los madrileños hace algún tiempo, es un perro a quien la voz popular ha dado un nombre de persona. Todos los periódicos han ensalzado las cualidades del famoso animal; los escritores más de moda han creído indispensable hacer su biografía; las gentes más encopetadas se disputan sus caricias; los municipales le respetan; se pregonan por las calles sus aleluyas; sólo falta traducir sus ladridos más agudos, que deben ser epigramas ingeniosos.
   La aristocracia y el pueblo confunden su sentimiento para dedicársele al interesantísimo perro
Paco. Cada cual le atribuye un rasgo o una acción notables, y la imaginación de todos, ensanchando a porfía la leyenda, ha convertido al animal en un ídolo popular a la vez y cortesano. Comparando lo que somos y lo que nos dicen que es el perro, todos nos sentimos humillados. Si no esperásemos que de un momento a otro Paco rompa a hablar, para fratenizar con él, todo el mundo ladraría.
   En los toros, en las carreras, en los teatros, y no sabemos si en el Salón de Conferencias, alli está
Paco en los días solemnes; come y cena donde hay buen cocinero, con toreros y títulos de Castilla; es, en fin, un perro público, todo un señor perro. ¿Cómo estará Madrid, cuando lo que sobresale y más llama la atención es el perro Paco?"

Al día siguiente en La Correspondencia de España se publicaba el siguiente anuncio:
   "EL PERRO PACO.
   Preciosa polka para piano, con texto y portada alegórica en litografía.
LAGARTIJO, aplaudido pasodoble, con su retrato.
P. Martin, Correo, 4."

 


 
El reclamo anterior aparecería sucesivamente tanto en La Correspondencia como en otros periódicos como El Imparcial, etc. De hecho, este anuncio correspondía a una segunda polca dedicada a Paco, aprovechando el éxito que había tenido la primera editada por Zozaya, es decir, una editorial competidora. Como reza la publicidad, el almacén de música de Pablo Martín de la calle del Correo regalaba esta segunda Polca canesca a quien compara los valses de la zarzuela La Tempestad, obra que musicó el popular Ruperto Chapí y que se había estrenado hacía poco con notable éxito (15).

El día 2 de junio, El diario El Día publicaba en portada una supuesta carta del perro Paco, con el título de "Sociedad protectora de animales":
   "Madrid, 1 de junio de 1882.
   Sr. director de EL DIA:
   Muy señor mío: He leído con emoción la carta insertada en su número de ayer en la que UN SUSCRIPTOR LUGAREÑO aboga por nosotros, infelices animales, con un calor que honra su corazón.
   Dice ese señor, y dice la pura verdad, que desde la fundación de la Sociedad Protectora, no se nota resultado alguno, y que seguimos tan maltratados como antes.
   Esto se explica perfectamente. En Inglaterra y en Francia, antes de formarse las Sociedades que han servido de modelo a la nuestra, se había hecho una ley para castigar esos malos tratos, de acuerdo que las buenas almas tenían en qué apoyarse para exigir el castigo de nuestros verdugos.
   Aquí la Sociedad se fundó sin que existiera una ley análoga, y por consiguiente, tiene que limitarse a usar un escudo, una divisa, muy bonitos, y a repartir tarjetas del mejor gusto para sus Exposiciones.
   Mientras no haya penalidades en una ley, seremos martirizados como hasta ahora.
   Rogándole la inserción de estas líneas, le anticipa un aullido de agradecimiento,
    EL PERRO PACO."

El diario La Correspondencia de España del día 3 se hacía eco en su portada del siguiente texto publicado en La Correspondencia Musical, con una intención, cómo no -tendremos ocasión de comprobarlo-, publicitaria. De hecho, el texto es el mismo que se adjunta a la partitura de la polca editada por Zozaya:
   "Por más que parezca estraño a nuestros lectores, hemos sido victimas de la perro-manía que ha infundido este extraño y raro animal, el más feliz de los canes de su especie y del cual toda la prensa viene ocupándose hace dias.
   Hallábamonos en nuestro almacén y sentado al piano ejecutando algunas de sus composiciones uno de los maestros que más frecuentemente nos honran con sus visitas, cuando inopinadamente se nos presentó el buen
Paco que esta vez, sin duda por desmentir a los panegiristas de su buena educacion, se coló de rondón, y sin previa presentación ni saludo, se colocó al lado del piano que tocaba el referido maestro.
   -¡
Paco! -esclamamos todos los presentes. -¿También te has hecho músico?
   Y como a su innato silencio acompañaran muestras afirmativas, el maestro siguió tocando para comprobar tales afirmaciones. Efectivamente,
Paco seguía escuchando con atención y expresando sus impresiones, ya con retozos, ya con aullidos.
   De pronto el maestro le dice: -Espérate
Paco, voy a dedicarte una polka: y con más atención y cortesía que muchos seres racionales, Paco toma asiento apoyándose en sus patas posteriores y empieza a escuchar su polka.
   Al terminarla, se arrojó en los brazos del maestro cual perro agradecido, y como si dijera, gracias, maestro, usted si me ha comprendido, lo colma de caricias, y alegre y retozonamente sale del almacén...
   Y desde ese día,
Paco nos visita diariamente a la misma hora que ocurrió la escena referida. Sin duda busca a su maestro.
   ¡Quién sabe los efectos que habrá producido en
Paco esta revelación de sus nuevos instintos!
   La polka quedó hecha, y ya está publicada.
   Acompaña a esta publicación una humorística portada del distinguido artista Sr. Taberner
(16).
   Estamos seguros que muy pronto se hará tan popular como el célebre inspirador, el cual podrá escucharla nuevamente el próximo domingo en la corrida de beneficencia, su favorito espectáculo.
   Al siguiente dia de escritas las líneas que preceden, el buen
Paco ha sido secuestrado por un afamado y popular empresario de teatros, con el objeto de hacerle debutar en una obra nueva que está ensayándose; de modo que en breve Paco será actor, y siguiendo así su rápida y afortunada carrera, ¿quién sabe si llegará a ministro o cardenal...?"
 
La primera y exitosa polca dedicada al perro Paco.

 
El 6 de junio el diario liberal progresista La Iberia daba cuenta del reparto de premios de la Exposición de Ganados a la que asistió la reina con sus hijas. Al final de la crónica, añadía: 
   "Entre otros incidentes curiosos, merece citarse la presencia de! perro Paco: aunque no optaba a premio, merced a la protección del marqués de Bogaraya, fue presentado a S. M. la reina y a sus altezas las infantas".

Esa breve referencia de La Iberia fue reprobada el mismo día por el monárquico vespertino El Estandarte. Al día siguiente, el 7 de junio, también fueron recogidas por el católico La Unión y por el diario La Discusión, de tendencia democrática republicana, que publicaba en primera página la polémica:
   "La Familia Real, el perro Paco y los perros monárquicos:
   Dice El Estandarte:
   "Mal entienden los fusionistas el respeto y la consideración que merecen las personas reales cuando se permite La Iberia decir que el perro Paco había sido presentado a S. M. la reina y a SS. AA. las infantas.
   Bueno es que se haga atmósfera respecto a un individuo de raza canina y aún que simpaticen tanto con él los fusionistas: pero, por Dios, no quieran llevarlo ya a las gradas del trono, rebajando así la seriedad y el respeto a augustas personas."
   Hay individuos y razas que no necesitan comentarios.
   La canina, por ejemplo."

El mismo día 7, en su sección "Dimes y diretes", se podía leer en el republicano diario El Globo:
   "¡Qué incomodado viene El Estandarte porque el perro Paco ha sido presentado a la familia real como si fuera un sujeto importante.
   Nosotros no tenernos voto en eso, pero se nos figura que el infeliz Paco ha sido el político más fiel que se ha acercado al trono.
   No es de esos que hoy menean la cola y mañana ladran, como hacen algunos perros de frac y corbata blanca."

El diario El Imparcial avanzó el 23 de junio la siguiente noticia:
   "Anoche circuló una noticia triste y de sensación.
   El célebre perro Paco ofrecía pocas esperanzas de vida. Con razón había dicho Sentimientos que las aficiones taurinas del pobre perro serían su perdición. Parece que en una novillada anteayer tarde salió el Paco a la plaza como tenía en costumbre, y cuando otro aficionado se fue a matar la joven fiera, el perro de la high life se le enredó entre los pies y le hizo dar una caída, de que se aprovechó el novillo, que le dio un topetazo. Y ya fuera porque se indignó el matador, ya porque se cruzó con el pobre Paco, el caso fue que el estoque se clavó en los ijares del perro. Con grandes precauciones fue este trasladado a un establecimiento de las cercanías, y era objeto de muchos cuidados.
   Si fue un acto voluntario, es preciso convenir que acusa verdadera crueldad, y en Inglaterra sería objeto de una pena pecuniaria.
   Así se contaba y censuraba anoche en todas partes. Si la noticia se confirma, hasta el más popular y aristocrático de los perros habrá venido a demostrar de nuevo que
"del Capitolio a la roca Tarpeya no hay más que un paso".

El Imparcial, el mayor diario de la época agotó su tirada. El día 24 La Época, al que podríamos calificar de paquista, daba parte del estado del perro Paco:
   "El perro Paco continúa en grave estado.
   Se confirma la noticia de que ha sido atravesado por un estoque.
   Debiera haber un castigo para los que sólo por el gusto de hacer daño, maltratan a animales indefensos.
   El matador no merece socorros de la Sociedad protectora, por su cualidad de dañino.
   De seguro ha alcanzado menos celebridad en su profesión (si la tiene) que el perro
Paco.
   El cronista de
La Ilustracion Española y Americana, al hablar de la celebridad de Paco, terminaba su artículo con la frase "tememos por su vida".
   La profecía de Bremon se ha cumplido."

El escritor Manuel Tovar escribía en el ABC -26 de mayo de 2000- sobre aquel suceso en el que el novillero malhirió a Paco: "Mal lo hubiera pasado aquel salvaje aficionado si no pone pies en polvorosa desapareciendo veloz del ruedo, no sin ser perseguido en su huida por toda clase de objetos arrojadizos". El Boletín de Loterías y de Toros del 26 de junio de 1882 aportaba su opinión sobre el suceso en la página 3: "Según nos dicen, el perro Paco ha sido herido el miércoles último. No nos alegramos del mal de nadie, aunque el que sufra ese mal sea un perro, pero tal se han puesto los defensoros del tal chucho, que casi creemos un bien la desaparición del "can inviolable", como le llaman algunos". En la página siguiente el Boletín ampliaba algo más:
   "Rogamos a quien corresponda se adopten las disposiciones precisas para evitar que el ya cargante perro Paco baje al redondel de la plaza de Madrid, empleando para ello si preciso fuese el embutido municipal (17) u otro procedimiento análogo. En la corrida anterior al arrastrarse el sexto toro pudo ocurrir un conflicto por el dichoso perro: los mulilleros tuvieron palabras mal sonantes con los espectadores y se enarbolaron palos y se sacaron navajas, y por milagro no ocurrieron desgracias que si siempre son lamentables, lo son más cuando de ellas tiene la culpa un perro tan feo y tan sin gracia como el referido Paco. A veces no se riega bien el circo por culpa del can, que siempre delante de la manga distrae y entretiene al encargado del riego; a veces impide que al tercer espada mate más pronto al último toro porque el perrito se coloca delante y en muchas ocasiones muerde al primer mortal que se le antoja.
   Cúmplase el bando municipal y cúmplanse las disposiciones contenidas en el reglamento de las corridas de toros. Los perros a guardar ganado."

El otro semanario taurino de los lunes, El Toreo, ese mismo día no se mostraba tan radical. Escribía en su portada:
   "¡Pobre perro Paco!
   Es la primera exclamación que se le ocurre a todo el que tenga que hablar de toros.
   El perro Paco está herido y hemos estado a punto de quedarnos sin él, precisamente cuando iba alternando con nuestros principales matadores.
   Se espera que volverá a torear muy pronto y que al efecto se verificará una corrida extraordinaria."

El periódico La Época del lunes 26 de junio de 1882, llevaba en su portada, en la sección "Ecos madrileños", la siguiente crónica:

   "Hoy, para ser fiel cronista de la villa y corte, hay que hablar ante todo del perro Paco. A decir verdad, él lo merece.
Corria ya peligro su popularidad: aleluyas, estampas, piezas de música, piezas de teatro, título de periódico, hasta botellas de Manzanilla llevaban el nombre de
Perro Paco. Habíase abusado de este nombre y corría peligro de caer tan hondo, cuanto había subido de alto. La historia de todos los pueblos demuestra que esta es la suerte de los ídolos populares.
   Pero cátate aquí que ocurre una novillada no hace mucho, y nuestro héroe, o sea para variar el nombre, el can Francisco, se encamina según costumbre al circo táurico. Y aquí pregunto yo: ¿Cómo puede saber un simple bruto que en tal día y a tal hora se efectúa un determinado suceso?... Fuérzanos confesar que la perspicacia de algunos irracionales explica apoteósis como la que dedica Madrid a su perro.
   ***
   Pues como decía, fuese Paco a los novillos, y no contentándose con ser espectador cual debiera, lanzóse al ruedo en el momento en que Ostión, el espada andaba a la brega con el toro. Al llegar aquí las versiones difieren, y el caso es árduo, para el verídico cronista de los hechos y gestas del can Francisco.
   El caso es que el toreo, sea porque el perro le estorbara, sea por un movimiento irreflexivo, sea por lo que fuere, dio una estocada a Paco...
   Cayó bañado en sangre el inteligente animal. Un amigo o admirador suyo, o sencillamente un hombre de buen corazón, lo tomó en brazos, lo llevó a un coche y empezó a recorrer las tabernas cercanas de la calle de Alcalá (antes carretera de Aragón) pidiendo socorros para el herido.
   Prestáronselos, condicionalmente no más en algunas, hasta que al llegar a la de Chillida (que así el dueño se llama tanto él como su cónyuge) llevados de ingénita bondad, hiciéronse cargo del enfermo, corriendo con todos los gastos que ocasionara, tanto de médico, como de botica... como de fonda.
   ***
   Y allí está, en efecto, el perro Paco, reclinado blandamente en una alfombra que le sirve de cama; asistido por un facultativo (o sea veterinario) y tratado en gran dulzura y agasajo por sus protectores; por los amigos y curiosos que acuden a verlo; alimentado con tazas de caldo y manjares escogidos; visitado (hablo en serio) por los reporteros de periódicos que acuden a informarse del estado de su salud; gozando, en suma, de una recrudescencia de celebridad.
   ***
   Por desgracia, este límpido horizonte de poesía está empañado por un feo nubarrón de prosa.
   Paco no es tan interesante como se habia creído; por una parte la herida es bastante leve; por otra, lo que más enfermo lo ha tenido es un vulgarísimo cólico, indigno de un can de tales prendas.
   ¡Como ha de ser! Nadie en esta tierra es perfecto."

Al día siguiente, martes 26, en el Diario de Avisos aparecía la siguiente nota: "Dice un colega que ayer falleció el célebre perro Paco y que su cadáver ha sido entregado al disecador Sr. Severini". El periódico La Época también recogía la noticia del fallecimiento:

   "El perro Paco ha fallecido víctima de las dolencias que le aquejaban.
   El disecador Sr. Severini se ha encargado de embalsamarlo y el cuerpo inanimado de
Paco será expuesto en el establecimiento.
   Después es probable que se venda en pública subasta y pase a figurar en el museo de perros célebres que debe crearse.
Paco deja un vacío difícil de llenar como fundador de la clase de bohemios de la raza canina.
   Acompañamos a sus admiradores en su justo dolor y pedimos un castigo para el asesino."

El católico diario La Unión del miércoles 28 hacía en portada una extensa recopilación de lo sucedido titulada "¡Qué país!", que finalizaba arremetiendo contra todo lo que había rodeado al del perro Paco:

   "Leemos en un periódico:
   -"Enfermedad y muerte del perro Paco.
   Para satisfacer la curiosidad de aquellas personas que han seguido con interés todos los episodios de la vida del perro
Paco, publicamos a continuación una breve reseña de la enfermedad que ha conducido a tan célebre animal a casa de Severini.
   Como es sabido, en la novillada que se celebró en la plaza de Toros del 21 del corriente, fue herido el simpático perro por uno de los matadores que le acometió con el estoque produciéndole un pinchazo en los ijares. El animal salió huyendo en dirección a la puerta de la plaza donde fue recogido por un alma caritativa, el dueño del establecimiento de vinos situado en la carretera de Aragón, núm. 89. Chillidas, que así se llama el último protector del desdichado
Paco, le cuidó con el mayor esmero e hizo que inmediatamente acudiera a visitarle el profesor veterinario D. Ciriaco Baigorri, quien decretó que al herido se le pusiese un sedal. Viole después D. Francisco de Jaime (Este puede considerarse el profesor de cabecera, pues es el que le ha asistido con más solicitud). Hecho cargo Jaime del estado del paciente, aprobó el sedal mandado por Baigorri, y al dia siguiente (el 22) le recetó un purgante.
   El día 23 lo pasó
Paco bastante fatigado; no habiéndole obrado el purgante, se lo atizó otro más fuerte.
   Día 24.- El estado del herido en este día tan alarmante que se hace necesaria una consulta, y se reúnen los dos veterinarios ya citados con un tercero, D. Pedro Benito Aguado, conviniendo los tres en propinar a
Paco unas píldoras que le reanimaron un tanto y le hicieron pasar la noche con más tranquilidad que la anterior.
   Amanece el dia 25 y Paco vuelve a su estado de postración. Se reúne la junta, y los profesores convienen en que el animal ofrece pocas esperanzas de vida.
   En efecto; al dia siguiente, a la una de la tarde, falleció el perro Paco rodeado de muchos de sus numerosos amigos. Estos acompañaron el cadáver a casa de Severini, donde se está procediendo actualmente a su disecación.
   Tales son las noticias que hemos podido recoger acerca de la muerte del famoso perro Paco, conocido de todo Madrid, y cuya existencia ha sido objeto de gran curiosidad y de interés por espacio de algunos meses."-
   El anterior Boletín puede pasar por modelo.
   Muchos personajes han fallecido sin que la prensa les dedique tanto espacio y pormenores tan minuciosos, aunque por su cuna, sus méritos y servicios lo merecieran.
   Hay en esto un fondo de vergüenza al que nosotros no queremos descender. Pero conviene consignarlo para que las futuras generaciones conozcan un carácter, un verdadero estigma del estado de la sociedad presente. Los hombres no adoran ya a los santos, ni estiman a las notabilidades científicas o artísticas, ni miran con respeto las virtudes eminentes. Un espíritu de igualdad funesto suple en todos los corazones para menosprecio de lo que por si mismo requiere consideración y estima.
   En cambio, vemos que todo un pueblo, que la prensa misma se ocupa de la vida y muerte de un perro. Ahora mismo oímos anunciar por la calle, no sabemos qué papel relativo al perro Paco, como si fuere preciso que la pluma escribiese de esto con mayor violencia.
   Parecerá mentira a muchos de nuestros lectores, pero no duden de ello. Ese perro ha merecido los siguientes honores:
   Que el público de la Plaza de Toros lo atienda y considere más que a los grandes espadas.
   Tener mesa franca en los principales cafés y fondas de Madrid por cuenta de varios de sus admiradores, aristócratas y populares.
   Ser objeto de unas cuantas decenas de artículos publicados en los periódicos de Madrid.
   Inspirar a varios artistas que han escrito en su honor dos o tres piezas musicales, o que le han retratado en cromos y en países de abanico, o en pliegos de aleluyas.
   Que se publique un periódico titulado El perro Paco.
   Que casi hubiera un motín en la Plaza de Toros hace pocos días, a consecuencia de recibir el perro un palo de cierto mulillero.
   Que le presentasen a la Familia Real.
   Que su enfermedad y muerte dé ocasión a lo que se dice en el Boletín sanitario puesto al frente de estas líneas.
   Y otra porción de cosas más, que no queremos consignar, por falta de tiempo y por sobra de indignación.
   Recordar al Bajo Imperio con este motivo nos parece poco. Esta es una vergüenza que la historia se negará a recoger, como recogió los escándalos bizantinos, en los que siquiera había algo de humano.
   En el asunto presente, ni aun eso."

El Siglo Futuro de ese mismo día 28 se lo tomaba en cambio con más humor:

   "He aquí algunas cláusulas del testamanto del perro Paco, según  El Imparcial, que las trascribe:
   "Yo, perro por equivocación, hijo de padres más honrados que los que una mayoría de los de mi clase y adyacentes, declaro en mi cabal juicio lo que sigue:
   "Dejo en el mundo, es decir, en Madrid, academia de tunos y vagos, dentro de la necedad y las malas costumbres que hasta ahora, por fortuna de ellas, no conocen las honradas provincias; dejo, como queda dicho, un gobierno liberal abrumado por el morrión del 54, y por el sombrero de tres picos del 74.
   "Dejo turbas de danzantes que pasan por políticos, y a los cuales he ladrado con la mayor franqueza.
   "Dejo un plantel de tontos que expiaban mi vida, mis movimientos, mis funciones naturales, para contárselas a todo el mundo.
   "Dejo poetas hueros y chirles, que me miraban con desprecio porque no era capaz de escribir uno de esos poemitas dramáticos que sirven para estimular los vómitos de los hombres racionales.
   "Dejo a la Asociación Protectora de Animales y Plantas, sin protestar contra esos bárbaros sacrificios de animales.
   "Dejo a los vagos, a los tunos, a la gente baldía y despreciable en plena libertad para tomar, timar y otros divertimentos análogos.
   "Fueron mis amigos ilustres títulos, hermosas damas, escritores, toreros, artesanos honrados, el pueblo en masa.
   "Me perdió la popularidad. Debí conocer a los hombres, y no los conocí: en estos países meridionales, los hombres son volubles; y si los caudillos populares han muerto siempre de mala manera..."

 

La segunda polca en honor del perro Paco.

 
El fenómeno del perro Paco fue aprovechado, como hemos visto, por escritores, músicos, empresarios, etc., lo que dio lugar a buen número de controversias. Una de ellas fue la ya apuntada disputa entre los editores de dos polcas, que se hizo pública en la revista semanal Crónica de la Música, también aquel día 28:
   "Continúa la competencia editorial de que dimos cuenta hace días a propósito de la polka Perro Paco.
   Un periódico que dirige uno de los editores de
Paco, dice que la polka que ha publicado continúa siendo la obra de moda, y las bandas del ejército, en los toros, en la parada, y como pasodoble inundan Madrid y provincias con los sones de la famosa polka.
   Efectivamente, es una inundación que ahoga al arte.
   Para muestra de la competencia editorial perruna a que aludimos, allá va, ese botón del periódico de uno de los editores:
   "Hoy nos ocupamos de una nueva edición corregida y adicionada, que estamos seguros se agotará tan pronto como las anteriores, y suplicamos a nuestros clientes no la confundan con otra de título parecido, o casi igual, que se ha publicado y anunciado, sin duda con el objeto de proteger la venta de
"otra obra que debía andar muy necesitada de auxiliares regalados y que por lo visto por si sola no se habia abierto bastante camino"."
   Siempre sentimos que salgan a la escena las miserias de bastidores, pero más que nunca en esta ocasión.
   Para llamar la atención de una obrilla, siquiera sea tan insignificante como la polka
Perro Paco, pueden sus autores y editores valerse de todos los medios legítimos que crean convenientes; después de todo, el público, que es el único que podría llamarse a engaño, paga con su dinero su credulidad y su novelería y... adelante.
   Pero echar mano de medios que debieran estar tan vedados como los de tratar injustamente a obras musicales de verdaderos artistas, sólo por el hecho de que estas obras estén publicadas por el editor de otra polka
Perro Paco, la cual regala a los compradores de aquellas, parece que es trapasar los límites de lo legítimo en la prensa.
   La obra a que alude con tanta saíla el inexperto colega a que nos referimos es nada menos que los valses de
La Tempestad; y porque el editor de esta haya tenido la ocurrencia de regalar a sus compradores la perruna polka, no hay ni debe haber motivo para ensañarse de ese modo con el maestro Chapí.
   Dícese que el editor de
La Tempestad, deseando devolver bien por mal a su compañero, se propone explicar en la prensa ciertas circunstancias anteriores a la adquisición por su parte de la obra, circunstancias que disculparían, ya que no pueden justificarlos de ninguna manera, los desfavorables juicios del otro editor sobre la obra de Chapí.
   Puede ser. Quizá
La Tempestad estuvo a punto de ser adquirida por la casa editorial de música y periódico, sin que pudiera realizarse la adquisición por haberse mezclado en el asunto con mejores condiciones la casa editorial de música sola.
   Y como el éxito ha sido grande y la obra es de productos, la herida recibida en la lucha se habrá enconado, y para tratar de curarla se acude al procedimiento de parches periodísticos.
"Ya que tengo los grandes gastos que representa el sostenimiento de un periódico como el mío, -puede haber dicho para su capote el editor-periodista,- justo es que tenga la ventaja de poder ayudar mis intereses perjudicando los de mis competidores."
   Por nuestra parte, no somos prácticos en estos asuntos; no sabemos hasta qué punto pueden ser legítimos estos desahogos; nos limitamos a consignar algunas observaciones de las que hemos oído públicamente acerca de la competencia editorial; y nos preparamos a seguir presenciando un espectáculo tan edificante, ya que por lo menos es divertido, hace reir y no cuesta nada la entrada."

El 30 de junio José Fernández Bremón escribía en La Ilustración Española y Americana:

   "La ridícula leyenda del perro Paco terminó de una estocada. Tiene razón La Época: habíamos presentido la muerte airada de ese perro célebre. Su cuerpo, disecado, se perpetuará, aquí donde se han perdido las cenizas de Cervantes y Velázqucz. Música, versos, caricias, manjares delicados, médico y embalsamador: no le ha faltado nada. Sí falta todavía una suscripcion nacional para erigirle un mausoleo."

El semanario Asta Regia de Jerez de la Frontera publicaba el 3 de julio la crónica de la muerte del perro Paco y la elevaba a suceso de carácter nacional:

   "¡El perro Paco ha muerto!
   He aquí el suceso que ha cubierto de luto a España entera.
   El perro Paco era un personaje distinguido y conocido en todos los círculos de la corte.
   La prensa toda se ha ocupado en sus columnas de este eminente ciudadano (no me atrevo a llamarle animal), a quien se piensan conceder los honores de jefe de administración... de las despensas nobles.
   Su dueño, (porque todos tenemos uno) piensa pedir licencia para erigir un mausoleo donde reposen las cenizas de tan exclarecido patricio, y se dice que será costeado por suscripción nacional.
   La sociedad protectora de animales inscribirá en sus columnas, con letras de oro, el nombre de
Paco y sus hechos más notables.
Pero, aún calientes las cenizas del inteligente
Paco, los que le lloran, empiezan a elogiar a un émulo suyo que se llama el perro de Ducazcal. ¡Sic transit gloria mundi!"

La dedicatoria de obras musicales al perro Paco no terminó tras su muerte. Lo leemos en la Crónica de la Música del día 7 de julio:
   "Los editores del Perro Paco no cesan en su competencia ni dejan de anunciar su mercancía. Ahora que parece ha muerto a mano airada el tal animalito, se han hecho nuevas ediciones de las composiciones musicales inspiradas en sus fechorías, y se han aumentado las obras hasta con marchas fúnebres algunas de las cuales, parodiando las colecciones de P. P. P., se titulan Pobre Perro Paco, y se anuncian con letras gordas en los periódicos.
   Buen provecho.
   Lo que no aprovecha ciertamente a nadie y menos todavía al arte, es que se trate de imitar perrunamente por incógnitos compositores obras artístcas de importancia, como la marcha fúnebre para el entierro de una marioneta de Goimod, y se pretenda poner en ridículo frases de otras composiciciones serias.
   Adelante, supuesto que van a gusto en el machito."

Efectivamente, en La Correspondencia de España del lunes 10 de julio de 1882 se insertaba el siguiente anuncio del mismo editor que semanas antes había publicado la segunda polca dedicada a Paco. Ahora ampliaba la oferta, regalaba la polca y la marcha fúnebre dedicadas a Paco a los compradores de los valses de La Tempestad:

   "POBRE PERRO PACO
   Marcha fúnebre burlesca y polka con retrato, etc., se regalan las dos al que compre 5 pts. de la aplaudidísima obra
La Tempestad. -Catálogos gratis. -Lagartijo, polka torera, 2'50. -P. Martin, Correo, 4."

 


 
El periódico Asta Regia aludía al posible último dueño del perro Paco, pero lo cierto es que incluso se disputaron sus restos, tal y como publicaba el diario El Día, ese mismo 10 de julio: "Parece que se ha entablado un pleito sobre la propiedad de los restos del perro Paco. Reclama su pertenencia una señora que abonó gran parte de los gastos que ocasionó su curación". Tres días más tarde el periódico La Unión aludía al litigio:
   "Una señora que abonó gran parte de los gastos que ocasionó la desgraciada cura del famoso perro Paco, reclama su pertenencia, y el actual poseedor que llevó al can a casa de Severini para embalsamar a tan ponderada celebridad, juzga que de hecho y de derecho le corresponde Paco.
   En tanto que el pleito se ventila, parece que el actual poseedor se propone recorrer las principales provincias exhibiendo el disecado animalito, juzgando que en España no faltarán 200.000 tontos con dos reales, con lo cual puede sacar un pequeño capital y entregar después el perro a la señora que entabla el pleito."

El diario La Discusión del 5 de agosto de 1882 el que daba cuenta del alcance internacional de la historia del malogrado perro:
   "El nombre del célebre perro Paco ha traspasado la frontera. «Le Gaulois», uno de los periólicos más importantes de Francia, le dedica un largo artículo en el que da a conocer a sus lectores la curiosa historia del can español." 

No tardaría mucho en aparecer un libro autobiográfico del perro Paco, de autor anónimo. Entre el populacho circuló que el autor era el propio rey Alfonso XII. La Ilustración Española y Americana del 30 de agosto, que siempre se había mostrado algo distante con el fenómeno, publicaba una referencia al mismo:
   "Memorias autobiográficas del perro don Paco (Madrid: Alfredo de C. Hierro, editor). El autor de este libro, que ha tenido por conveniente guardar el anónimo (y lo comprendemos, después de haber leído su obra), toma pretexto en la vida y muerte del famoso perro Paco ó Don Paco, para pasar revista a la sociedad madrileña, y engolfarse en atrevidos razonamientos sobre la religión, la política, las costumbres públicas, y aun la vida privada. Esto basta para que nuestros lectores comprendan lo que son, en realidad, las Memorias autobiográjicas de Don Paco: todo se dice en ellas, hasta lo que no puede decirse (mal que le pese a nuestro distinguido amigo Echegaray (18)); y no con habilidosas metáforas, ni con reticencias discretas, sino a las claras, en lenguaje al uso, con la menor aprensión del mundo, que no son parte a disculpar, por ningún concepto, las verdades amargas, pero verdades al fin, decímoslo con pena, que en más de una ocasión expone el anónimo y desenfadado autor de dichas Memorias. Un tomito de bolsillo, de 320 páginas en 16", que se vende, a dos pesetas, en las principales librerías y en casa del mencionado editor, Madrid (Plaza de Colon, 3)."

 

Recensión de la autobiografía en La Ilustración Española y Americana.

 
Sobre la autoría de la anterior autobiografía, un redactor del periódico ABC de Sevilla, arrancaba así un artículo titulado -como no- "El perro Paco" aparecido el 23 de diciembre de 1959:
   "En su amena y documentada biografía Alfonso XII, dice Pedro de Répide, ilustre escritor, cronista de Madrid, fallecido hace pocos años, que en los últimos años de la Restauración salió a luz un librito titulado Memorias autobiográficas de Paco, cuyo autor era, según la voz pública de aquel entonces, nada menos que el rey Alfonso. Afirma Répide que sí, en efecto, lo escribió el monarca: "hizo honor a su ingenio y dotes literarias, porque el libro es curioso, interesante y bien trazado"."

El mismo artículo situaba la "aparición" del perro "en la vida matrisense (...) una desapacible noche cercana a las fiestas navideñas del año 77 ó 78 del siglo pasado", como hemos visto, unos tres ó cuatro años antes de que los periódicos empezaran a hablar de él. Creo que es casi la única referencia a tan temprana fecha de aparición del perro Paco, dato que deberemos tomar con prudencia puesto que se ofrece casi ochenta años después. Respecto a la autoría de aquella autobiografía, jamás se supo cierto quién la escribió.


Sobre la propiedad del perro Paco. En la revista Blanco y Negro del 24 de julio de 1910 leemos que "Era el tal perro de la propiedad de D. Francisco Lozano, mayoral de las diligencias que hacían el recorrido diario entre Colmenar y Chinchón, servicio que era de cuenta y riesgo del inolvidable matador de toros Frascuelo". El mismo artículo nos provee de más detalles de cómo el perro empezó a frecuentar las corridas de toros:
   "Casualmente, el perro entró un día en el antiguo café de Fornos, y un terrón de azúcar allí, un trozo de bollo o tostada más allá, le hicieron advertir la diferencia entre corretear delante o detrás de las diligencias y pasar la vida cómoda y regaladamente. Ello es que Paco abandonó a su antiguo dueño, y se abonó a visitar diariamente el mencionado café, dondé acabó por ser dueño de las simpatías de todos los asiduos concurrentes.
   Predominando entre estos los aficionados a toros (entre ellos el ilustre marqués de Bogaraya, que llegó a pagar diariamente un bistec para el famoso cuadrúpedo) , tras los coches de unos o de otros galopó el perro camino de la plaza un día y otro, y una tarde penetró en el circo taurino, continuando así todos los días de corrida.
   Los empleados de la plaza acabaron por familiarizarse con el animalito, y este visitaba todas las dependencias y correteaba por todo el edificio libremente, y al comenzarse la corrida aparecía casi siempre en el tendido número 9, desde donde presenciaba la fiesta, ladrando siempre que había ocasión para el aplauso o para la censura.
   La popularidad del simpático perro aumentó extraordinariamente, y como si le enterasen de donde había fiesta o manera de pasar algun tiempo atendido y agasajado, allí aparecía indefectiblemente, ya se tratase de espectáculo teatral, ya de carreras de caballos, procesiones, revistas militares, etc.
   El perro
Paco, golfo por los cuatro costados, y vividor enterado de las ventajas de la oportunidad, se dejaba ver en cuantos sitios podía hallar alguna concesión fundada en su popularidad perruna.
   El inolvidable Ducazcal primero y después los hermanos Galván, pusieron empeño en hacerse dueños del celebérrimo perro, y consiguieron por fin su deseo; pero hubieron de desistir de sus propósitos, pues Paco ni comía, ni bebía, ni cesaba de escandalizar mientras le tuvieron amarrado y sujeto en sus respectivos domicilios. Era partidario de la libertad en su más amplia acepción, y tal libertad fue necesario concederle."

El texto de Blanco y Negro da algunos detalles más. La corrida de la que salió Paco malherido era "una becerrada que organizó el gremio de vinateros (19)". El novillero que lo malhirió fue José Rodríguez de Miguel, más conocido como "Pepe el de Galápagos", dueño de una taberna de la calle Hortaleza (20), que años más tarde sería concejal en el ayuntamiento madrileño. El tal "Chillida" que, cuentan los periódicos, se hizo cargo del perro estoqueado no fue otro que Joaquín Chillida, el cabo de los areneros de la plaza, que lo sacó del coso y lo llevó a curar. El redactor de Blanco y Negro, que firmaba con el seudónimo de El Barquero, escribía que fue precisamente Chillida, su último protector, quien mandó al taxidermista Ángel Severini que lo disecara. El mismo texto añadía que "el arrogante busto de Paco fue el principal adorno, durante mucho tiempo, de una taberna de la calle de Alcalá", que no era otra que la del propio Chillida (21), y que "después rodó de uno en otro sitio, siempre erguido, arrogante siempre, como cuando desafiaba a los cornúpetos. Hasta su recuerdo se perdió cuando, pensando en la presente información, averiguamos que los restos de Paco obraban en poder del excelente amigo Rafael Sanjaume". Rafael Sanjaume Riera era el propietario de una famosa herboristería que tenía concesiones en el Jardín Botánico y en la Casa de Campo y que exportaba a toda Europa. Su comercio estaba ubicado en el número 22 de la calle Desengaño y permaneció abierto hasta 1926.

Según el artículo del ABC de Sevilla de 1959 ya mencionado, "fueron sus amigos del Fornos, presididos por el poeta Manuel de Palacios" quienes "se hicieron cargo del cadáver y lo mandaron disecar", y añadía que "aquella forma inanimada de lo que fue el perro Paco estuvo durante algún tiempo colocada sobre un pedestal, en un hotel del paseo de Recoletos; luego, varios años, en un museo taurino que había en la calle de la Fuente del Berro, casi esquina a la de Alcalá. Después se pierde su pista para siempre". El Diccionario Breve de Madrid apunta que en 1889, después de cerrar el museo en el que se exponía, el perro Paco fue enterrado en un lugar desconocido de los jardines del Buen Retiro, y que en 1920 "alguien propuso levantarle un monumento" para el que se por suscripción se lograron recaudar 2.900 pesetas, una respetable cantidad que desapareció junto al proponente. De ese periplo no tengo constancia. 


El periodista Carlos Luis Álvarez Álvarez Cándido, en el ABC de Madrid el 25 de julio de 1982, escribía que fue el siguiente suceso el que aumentó la popularidad del perro:
   "Uno de los más graves percances que sufrió Paco fue en la calle de Alcalá, un día de corrida, cuando se opuso terminantemente que pasase un carro de jornaleros que deslucía la vistosidad de la gente de jaleo que iba a los toros. Paco se tiró a las mulas, que se asustaron. Una de las ruedas del carro pasó por encima de una de las patas de nuestro héroe, según dijo un periódico al día siguiente. El carretero, naturalmente, fue detenido."

Unas semanas más tarde, el mismo diario ABC publicaba una carta de un lector, Carlos Caamaño, conde de las Almenas, con testimonios de un antepasado suyo que añadían algunos detalles más a los aportados por Cándido:
   "En efecto, el can tenía un comportamiento muy aristocrático, era muy aficionado en sus gustos y se distinguía por su snobismo, estando presente en todos los acontecimientos de la vida madrileña. (...) Una tarde se encontró el perro Paco ante un grave dilema: a la misma hora se anunció un gran premio en las carreras de caballos y se celebraba la corrida de Beneficiencia. Sin duda alguna, el espectáculo que escogiera era el de mayor categoría de la Villa y Corte y se cruzaron apuestas acerca de la elección, figurando un tío abuelo mío, el doctor Horcasitas, entre los apostantes. Pero el can dejó en mal lugar a todos: a primera hora de la tarde fue al hipódromo y después acudió a la plaza de toros.

Caamaño también afirmaba que el perro Paco frecuentaba a mediodía el relevo de la guardia del palacio de la plaza de la Armería, y que tampoco faltaba a otra cita, la salida de las operarias de la Fábrica de Tabacos de la calle de Embajadores. De la popularidad del perro Paco dio cuenta además Leopoldo Alas Clarín, que lo incluyó en El Quin, uno de sus Cuentos morales, y José María de Pereda, que hizo lo propio en Pedro Sánchez. Una penúltima aportación, en su honor se acuñó la frase "saber más que el perro Paco".

"Si alguna vez en la villa
encontráis a cierto perro,
tiene la espetera blanca,
el resto del cuerpo negro,
tiene muy poquito rabo,
el mirar muy halagüeño,
podéis jurar, por dios Baco
que es aquel el perro
Paco".
                             
Coplilla.
 
Escultura del perro Paco (22).
Adenda
: El 17 de enero de 2023 el Ayuntamiento de Madrid, a iniciativa de asociaciones de comerciantes, inauguró una escultura en bronce dedicada al perro Paco ante el número 71 de la calle Huertas. La obra realizada por el artista Rodrigo Romero representa al animal de forma realista, con la boca abierta e incluso con manchas blanquecinas en el pecho y en las patas.


Notas.-
(1) El Café Suizo se encontraba cerca de la Puerta del Sol, en la esquina de las calles Alcalá y Sevilla. Fue el primer café de tertulia de Madrid y tribuna de revueltas políticas. Disponía de un espacio dedicado a restaurante.
(2) Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, más tarde sería alcalde de Madrid.
(3) El Café de Fornos se encontraba en la esquina de las calles de Alcalá y Peligros, justo enfrente del Café Suizo. Los dos Cisnes y el Café Inglés, que se citarán más delante estaban muy próximos, en la calle de Alcalá y en la calle Sevilla, respectivamente.
(4) Virginia Marini, actriz italiana.
(5) Se refiere a la obra teatral de Victor Hugo que protagonizó Sarah Bernhardt.
(6) Zoilo Pérez García, diputado elegido por Ávila.
(7) Felipe Ducazcal de las Heras era empresario, periodista y diputado a Cortes, propietario del teatro Felipe en los Jardines del Buen Retiro, todo un personaje en el Madrid de la época. Ducazcal reaparecerá más adelante en este mismo artículo.
(8) Teatro de la Zarzuela.
(9) Aurélien Scholl, periodista y dramaturgo francés. 
(10) Se cuenta que dormía en las cocheras del tranvía de la calle Fuencarral.
(11) El Lardhy es un restaurante que todavía hoy permanece abierto en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo. Abrió como pastelería y más tarde empezó a servir comidas.
(12) Se cuenta que Perico Manguela, personaje madrileño del siglo XIX, convirtió en arte el sablazo, es decir, la capacidad para vivir del prójimo.
(13) Francisco Arderíus Bardán, músico, actor y empresario que, con el estilo del teatro musical, puso en marcha los Bufos madrileños.
(14) José María Esquerdo Zaragoza, psiquiatra y político.
(15) La Tempestad de Ruperto Chapí se estrenó el 11 de marzo de 1882.
(16) Luis Taberner Montalvo, dibujante y pintor.
(17) El "embutido municipal", que ya ha aparecido en más ocasiones, es una referencia a la comida mezclada con veneno.
(18) Alguna narración contó que el perro Paco no soportaba las obras de teatro de José Echegaray.
(19) Un buen número de crónicas se refieren a una becerrada organizada por el gremio de zapateros, aunque personalmente me decanto por el de vinateros. Quien malhirió al perro era dueño de una taberna.
(20)  La taberna de José Rodríguez se encontraba frente a la fuente de Galápagos del colegio de San Antón.
(21)  Entonces se denominaba Carretera o Camino de Aragón, y la taberna de Chillida se encontraba en el número 89. A pesar de lo que afirmaba El Barquero, Severini no disecó solamente el busto de Paco, sino que lo disecó entero.
(22) Fotografía publicada en Eldiario.es


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Taxidermidades, 2015.


Bibliografía:
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--- Boletín de Lotería y Toros, Madrid, 14 de noviembre de 1881 y 25 de junio de 1882.
--- Crónica de la Música, Madrid, 28 de junio y 7 de julio de 1882.
--- Diario de Avisos de Madrid, 27 de junio de 1882.
--- El Día, Madrid, 2 de junio y 10 de julio de 1882.
--- El Globo, Madrid, 7 de junio de 1882.
--- El Imparcial , Madrid, 14 de mayo, 7 de junio y 23 de junio de 1882.
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--- La Correspondencia de España, Madrid, 31 de mayo, 3 de junio y 10 de julio de 1882.
--- La Discusión, Madrid, 7 de junio y 5 de agosto de 1882.
--- La Época, Madrid, 15 de mayo, y 24, 26 y 27 de junio de 1882.
--- La Iberia, Madrid, 14 de mayo y 6 de junio de 1882.
--- La Ilustración Española y Americana, Madrid, 30 de agosto de 1882.

--- La Lidia, Madrid, 24 de noviembre de 1882.
--- La Unión, Madrid, 6 y 28 de junio, y 13 de julio de 1882.
--- Memorias autobiográficas del perro don Paco , Alfredo de C. Hierro editor, Madrid, 1882.
Carlos Luis Álvarez Álvarez  El perro Paco , en ABC, Madrid, 22 de julio de 1982.
Carlos Luis Álvarez Álvarez  El final del perro Paco , en ABC, Madrid, 25 de julio de 1982.
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Carlos Caamaño  El perro Paco , en Cartas al Director, en ABC, Madrid, 20 de agosto de 1982.
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Isabel Gea  Diccionario Breve de Madrid , La Librería, Madrid, 2014.
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Eduardo de Palacio  El perro don Paco. Silueta contemporánea , en El Imparcial, 13 de mayo de 1882.
Manuel Tovar  El perro Paco , en ABC, Madrid, 16 de mayo de 2000.
Tomás Tuero  Una mañana á perros , en Gil Blas, Madrid, 7 de mayo de 1882.


Recursos:
Artículo El popular disecador madrileño Ángel Severini en Taxidermidades. 
Artículo Los taxidermistas privados de Madrid durante el siglo XIX en Taxidermidades.
Artículos sobre Perros y Taxidermia en Taxidermidades.