El Museo Kircheriano.

En 1651 el aristócrata Alfonso Donnini legó su colección de antigüedades al jesuita Colegio Romano de Roma. Puso como única condición que pudiera ser visitada por el público. Fue el entonces profesor de Matemáticas, de Física y de lenguas orientales, el padre Athanasius Kircher, quien se ocupó de aquella donación, a la que añadiría un buen número de objetos tecnológicos, científicos, arqueológicos, objetos de Historia Natural suyos que había recogido durante sus expediciones a Sicilia y Malta, así como instrumentos musicales y máquinas creadas por él mismo. Se agregaron también numerosas antigüedades egipcias provenientes de la herencia del asimismo multidisciplinar estudioso y coleccionista francés Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, a quien Kircher conoció durante su estancia en el colegio jesuíta de Aviñón. Kircher aprovechó además su privilegiada ubicación en Roma para aumentar aquel gabinete de curiosidades con objetos naturales y etnográficos exóticos gracias a sus contactos con compañeros de congregación destacados en misiones de ultramar.

Frontispicio de Romani Colegii Societatis Jesu Musaeum Celeberribum (1678).

Los "Dioramas" del Museo de Nueva York fotografiados por Hiroshi Sugimoto.

   "La primera vez que llegué a Nueva York en 1974, hice lo que todos los turistas. Con el tiempo visité el Museo de Historia Natural donde hice un curioso descubrimiento: los animales disecados situados ante fondos pintados parecían completamente falsos, sin embargo, echando un rápido vistazo con un ojo cerrado, toda perspectiva se desvanecía y de repente parecían muy reales. Había encontrado una manera de ver el mundo tal y como lo hace una cámara. Un objeto falso, una vez fotografiado, es tan auténtico como el real."
                                                                                                       Hiroshi Sugimoto.

Polar bear  (1976), el primer trabajo de la serie Dioramas de Hiroshi Sugimoto (1).


El fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto (Tokio, 1948) comenzó a trabajar en su serie Dioramas en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en el año 1976. A su primera fotografía, la del diorama del oso polar sobre una placa de hielo observando a su presa recién muerta, le siguieron un buen número más. Más tarde, en los años 1982, 1994 y 2012, repetiría sus visitas al museo para seguir fotografiándolos.

El "español disecado" del Museo d'Allard de Montbrison.

El español disecado de Montbrison (1).
El periodista Miquel Molina publicó el 23 de abril de 2006 un artículo en el periódico La Vanguardia titulado El último prisionero de Napoleón donde daba cuenta de la existencia del cadáver disecado de una persona de raza blanca en los almacenes del Musée d'Allard de la villa de Montbrison, Francia. La historia de este sujeto se recompone  en buena medida a partir de la tradición oral y se remonta a entre 1808 y 1812, durante la Guerra de la Independencia Española. En aquella fecha mil seiscientos presos españoles fueron recluídos por las tropas de Napoleón en el cuartel de Vaux de Montbrison. Finalizada la guerra en 1814 y decretado el armisticio, un buen número de supervivientes permanecieron en el pueblo. Durante su confinación algunos de aquellos presos fueron subcontratados por el barón Jean-Baptiste d'Allard (1769-1848) al Gobierno francés como obreros para la construcción de su hôtel particular, que se concluiría en 1812. D'Allard, que llegó al grado de subteniente en el decimosexto regimiento de caballería de dragones de Orleans y que participó en la guerra en España, fue un personaje volcado con el coleccionismo de objetos de Historia Natural como animales disecados, insectos, conchas de moluscos, fósiles o herbarios, pero también de monedas, medallas, libros, antigüedades, cuadros, esculturas y otros objetos artísticos. D'Allard llegó incluso a mantener correspondencia con los naturalistas Georges-Louis Leclerc Buffon y Jean-Baptiste Lamarck. Su legado, acumulado en su mansión más tarde transformada en museo, se convertiría en el primer Museo de Historia Natural fundado en el departamento del Loire. 

El "Traité de Taxidermie" de Léonard Dupont.

Grabado 1 del Traité de Taxidermie de Dupont.

Léonard Dupont publicó en 1823 Traité de Taxidermie (1), un manual en formato octavo mayor con ciento dieciocho páginas y cuatro grabados. El libro reproduce casi al pie de la letra los procedimientos contenidos en el compendio Taxidermie de Louis Dufresne, jefe del laboratorio de Taxidermia del Museo de París. 

Dupont comienza su tratado explicando cómo se cazarán los ejemplares que deberán ser disecados y relacionando el material y los instrumentos que se precisarán. Al abordar el tema de los productos preservativos, Dupont no ahorra críticas al abad Denis-Joseph Manesse, al boticario Pierre-François Nicolas y al naturalista Jacques-Marie Philippe Mouton-Fontenille, autores que desconfiaron del jabón arsenical de Jean-Baptiste Bécoeur por su posible peligrosidad, quienes proporcionaban, afirma, unas fórmulas “insuficientes”. “El jabón arsenical solamente podría ser peligroso en manos de imprudentes”, declaraba Dupont, que se alineaba así con Louis Dufresne que en su Taxidermie lo recomendaba como el único conservante efectivo. Dupont detalla la fórmula del jabón arsenical y también la del baño curtiente, compuesta esta segunda por 4 pintas (2) de agua, 1 libra (3) de alumbre (4) y un puñado de sal marina, una mezcla que he podido comprobar en la actualidad siguen empleando algunos taxidermistas.