En 1651 el aristócrata Alfonso Donnini legó su colección de antigüedades al jesuita Colegio Romano de Roma. Puso como única condición que pudiera ser visitada por el público. Fue el entonces profesor de Matemáticas, de Física y de lenguas orientales, el padre Athanasius Kircher, quien se ocupó de aquella donación, a la que añadiría un buen número de objetos tecnológicos, científicos, arqueológicos, objetos de Historia Natural suyos que había recogido durante sus expediciones a Sicilia y Malta, así como instrumentos musicales y máquinas creadas por él mismo. Se agregaron también numerosas antigüedades egipcias provenientes de la herencia del asimismo multidisciplinar estudioso y coleccionista francés Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, a quien Kircher conoció durante su estancia en el colegio jesuíta de Aviñón. Kircher aprovechó además su privilegiada ubicación en Roma para aumentar aquel gabinete de curiosidades con objetos naturales y etnográficos exóticos gracias a sus contactos con compañeros de congregación destacados en misiones de ultramar.
Frontispicio de Romani Colegii Societatis Jesu Musaeum Celeberribum (1678). |