"A Fight in the Tree-Tops" de William T. Hornaday.

 
Montaje inicial de Fight in the Tree-Tops (1).
 
   "Aunque pueda parecer inmodesto diciéndolo yo, no puedo dejar de creer que el montaje de este grupo marcó el principio de una era en el progreso de la taxidermia museística en los Estados Unidos"
                                                                  W. T. Hornaday.
 
William Temple Hornaday (1854-1937) escribió su reflexión en el libro Taxidermy and Zoological Collecting (1891), y ciertamente A Fight in the Tree-Tops (Disputa en las copas de los árboles, 1879) supondría, junto a otro montaje coetáneo como veremos pronto, un punto de inflexión. A partir de entonces los museos estadounidenses irían sustituyendo en sus exposiciones los animales mostrados individualmente y en posturas estáticas por dioramas que incluían grupos de animales en sus hábitats, todo ello llevado a cabo con rigor científico.
 
Reconocido en la actualidad como uno de los impulsores de aquella renovación, Hornaday, pronta y plenamente consciente de su papel en aquel cambio, escribiría en  Taxidermy and Zoological Collecting:
   "La rapidez con la que el arte de la taxidermia ha ido ganándose el favor del público en los Estados Unidos durante las últimas dos décadas es ciertamente gratificante. Hace algo menos de veinte años que un naturalista declaró que una piel rellena es una piel estropeada (2). Hasta hace diez años los únicos especímenes permitidos en los museos eran aquellos montados individualmente, en posturas estereotipadas y en pedestales de madera pulida.
   Entre los años 1860 y 1876 algunos de los más ambiciosos taxidermistas de Europa produjeron varios grupos de mamíferos, grandes y pequeños. De estos, uno de los más notables fue Lion and Tiger Struggle [Lucha entre León y Tigre], de Edwin Ward de Londres, y otro fue Arab Courier attacked by Lions [Correo árabe atacado por leones] de Jules Verreaux (3). La mayoría de estos grupos representan a los animales en posturas teatrales, generalmente luchando. Mientras que eran de bastante interés para ciertos propósitos, no lo eran tanto para las personas interesadas en el estudio de las formas y características de las especies que estaban representadas. (...) Hasta el año 1879 no muchos grupos de mamíferos se han preparado en este país habiendo sido considerados aptos de acuerdo con una visión científica de las colecciones. Además, la producción de grupos de mamíferos o aves adecuados para museos científicos ha sido generalmente considerada como una imposibilidad."

 

Esbozo de Hornaday (4).

 
En un artículo publicado en 1922 en Scribner's Magazine titulado Masterpieces of American Taxidermy Hornaday recordaba cómo le había surgido la idea del grupo hacía más de cuatro décadas:
   "La idea de crear museos científicos con grupos de grandes mamíferos, con accesorios naturales o artificiales, nació en un bosque plagado de orangutanes y gibones vivos en el río Sadong, Borneo, en el glorioso mes de noviembre de 1878. Fue allí donde se ideó y se determinó el primer gran grupo de mamíferos jamás producido en América. Un año más tarde tomó forma visible en A Fight in the Tree-Tops, montado en Ward's, en 1879, y expuesto por primera vez (en 1880) en la reunión de Saratoga de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (5). Allí fue visto por un joven y atrevido innovador de museo llamado G. Brown Goode, subdirector del Museo Nacional de Estados Unidos. En 1883 aquel grupo fue adquirido por el Museo Nacional, y cuando lo vi allí en junio de 1920, cuarenta años después, estaba en tan buen estado de conservación que me produjo un estremecimiento de satisfacción. Sí, incluso cuarenta años después no nos avergonzamos de ello, porque está lo suficientemente cerca de los estándares de hoy como para tener derecho a un lugar bajo el sol."
 
Estudió en la Escuela Agrícola Estatal de Iowa, donde no llegó a graduarse y donde aprendió Taxidermia con un zoólogo práctico. Con diecinueve años un joven Hornaday ingresaría en noviembre de 1873 en el Ward's Natural Science Establishment de Rochester, Nueva York, donde permanecería durante siete años. En aquel tiempo el Ward's, el mayor proveedor de objetos de Historia Natural de la época en los Estados Unidos, empleaba, entre otros, a algunos veteranos taxidermistas europeos y a un buen número de jóvenes aprendices estadounidenses, convirtiéndose en la práctica en un semillero de futuros talentos que pronto surtiría a los mayores museos estadounidenses.
 
Hornaday visitaría los grandes museos europeos junto a su patrón, el profesor Henry Augustus Ward. En 1874 participó en una expedición del Ward's a Bahamas, Cuba y Florida, y en 1876 en otra a las Antillas y América del Sur, con el propósito siempre de recolectar. En 1877 embarcó hacia Egipto y, ahora por cuenta propia, pasó año y medio recorriendo la India, Ceilán, Malasia y Borneo, recogiendo especímenes que nutrieron museos de todo el mundo y su colección particular, que abarcaba, además, etnografía asiática. El relato de esa experiencia lo recogió en Two Years in the Jungle (Dos años en la jungla, 1885), uno de los relatos sobre naturaleza y viajes más leídos del siglo XIX. Durante su paso por Borneo escribió a Henry Ward "no marcharé de aquí sin al menos 25 buenos orangutanes". Regresó a Rochester con 43.
 
 
"Vadeando tras un orangután herido" (6).

 
A su vuelta, Hornaday se podría manos a la obra y con las pieles de dos machos adultos crearía el grupo A Fight in the Tree-Tops donde los individuos se presentaban en plena disputa encaramados en las copas de los árboles. Quizá sea el artista e ilustrador James Carter Beard quien mejor describa el proceso de creación del grupo. Lo hizo en su artículo A New Art publicado en Scribner's Magazine en julio de 1896:
   "El joven artista mencionado, el señor William T. Hornaday, tiempo más tarde y durante años taxidermista jefe del Museo de los Estados Unidos de Washington D.C., y he de confesar autor del mejor manual de taxidermia jamás publicado, propuso una muy gráfica y realista composición que él llamó Fight in the Tree-Tops, ilustrando un característico episodio de ciertos grandes simios, orangutanes, cuyos hábitos había estudiado en sus bosques nativos, y cuyas pieles y esqueletos él mismo había reunido. Hasta el más mínimo de los detalles del lugar donde fueron hallados fueron cuidadosamente estudiados, y todo aquello que pudiera ser de utilidad conservado en el trabajo. Preparó un boceto que presentó a su empleador, que fue un elocuente motivo para su aprobación. Con la excepción de los mencionados grupos, hasta ese momento todos los mamíferos se habían montado individualmente en ciertas actitudes predeterminadas sobre peanas barnizadas, y el proyecto que el señor Hornaday ofreció para su consideración no sólo se trataba de un experimento arriesgado desde el punto de vista del taxidermista, que trascendía los límites asignados hasta entonces a la artesanía, y que suponía meses de trabajo y el gasto de una gran cantidad de dinero. No sorprende que una notable vacilación asistiera a tal propuesta. Finalmente, sin embargo, recibió el ansiado consentimiento y preparó el trabajo según el diseño. Quedaban por vencer innumerables dificultades, pero esas dificultades, consistentes en el trabajo en sí, no hicieron más que aumentar el interés y deleite del artesano por superarlas. Se emplearon nuevos dispositivos mecánicos para soportar diferentes partes del grupo, los árboles y su follaje donde se colocaron los sujetos fueron reproducidos cuidadosamente junto a la vegetación adherida -enredaderas, orquídeas y musgo-, y se perfeccionó la anatomía externa de los simios que mostraban sus cuerpos desnudos. La obra terminada muestra el característico modo de ataque de los orangutanes, que comparten al menos con la mayoría, si no todas las especies de grandes simios. Uno de los animales -ambos orangutanes son enormes y horriblemente feos- se ha apoderado de la mano del otro e introducido las puntas de los dedos en su boca, mientras este último grita de dolor y rabia al sentir los dientes de su agresor. El ataque tiene lugar para obtener la posesión de una hembra que, con una cría en su pecho, abandona apresuradamente el nido que, tal y como acostumbran esos monos está construido en las copas de los árboles que habitan, para buscar refugio en otro lugar. Despertado por el ruido del combate, otro miembro de la familia, "fruto del año anterior", mira hacia abajo desde otro nido, "sorprendido y con los ojos abiertos", la escena inferior. Los nidos son reproducciones exactas y precisas de los nidos individuales que construyen los orangutanes."
La descripción de Beard corresponde al grupo ampliado posteriormente a cinco individuos y dos nidos, no al primigenio de tan sólo dos individuos macho adultos.
 

"Orangután hebra, cría y nido" (6).

 
Nos retrotraemos al momento en que nuestro protagonista se encuentra en Borneo cazando orangutanes. Lo hacemos de primera mano a través de su libro Two Years in the Jungle donde Hornaday acompaña el texto con grabados realizados a partir de esbozos y fotografías propias. Describe su llegada al entonces territorio británico de Sarawak, en la costa oeste de la Isla de Borneo, actual Malasia, y a su capital del mismo nombre, Sarawak, la actual Kuching, donde permaneció cazando varios días por los alrededores, y su ascenso por los ríos Sadong y su afluente Simunjan. En el capítulo 30 titulado Among the Orang-Utans (Entre orangutanes), Hornaday nos presenta a sus acompañantes:
   "Apenas veinticuatro horas después de nuestra entrevista con los Dayaks (7) del lago Padang (8) emprendimos una expedición por el Simunjan, basándonos únicamente en la información que nos dieron dos semisalvajes. ¿Qué pasaría si me estuvieran mintiendo, como habían hecho antes tantos hombres blancos, negros, amarillos y rojos, y me hubieran mandado a hacer recados inútiles? El suministro de provisiones, municiones y conservantes que llevaba en mi barca demostraba que creía plenamente en cada palabra que me decían aquellos ingenuos niños de la selva.
   El señor Eng Quee tenía negocios río arriba y me acompañó en su propio bote, con dos fornidos malayos, Blou y Lamudin. Mi bote estaba tripulado por un pequeño malayo tranquilo y obediente llamado Dobah, a quien había contratado por meses, Perara, mi mestizo portugués, Ah Kee, mi sirviente y padrino, y yo. Ambas barcas estaban ampliamente techados con kadjangs (9), que hacen que el techo sea a la vez impermeable, muy ligero, fácilmente ajustable y tan flexible que, cuando se desea, cada sección puede enrollarse y guardarse en el fondo del barco."
Tras dejar atrás el último poblado Dayak, los primeros simios que avistó Hornaday fueron macacos cangrejeros y monos narigudos. Al día siguiente, tras remontar varios kilómetros el Simunjan sin ver monos, comenzaron a divisar nidos abandonados de orangutanes hasta observar un primer nido "verde", y luego un segundo nido "muy verde y de aspecto fresco". El relato prosigue:
   ""¡Ahí está, señor! ¡ahí esta!" (en malayo, por supuesto). El ligero sampán (10) planeó hasta que llegamos casi frente al árbol que albergaba a nuestra prevista víctima, pero ella reconoció el peligro que se avecinaba y se escondió entre un espeso follaje. Luego vimos un gran brazo peludo agarrando el tronco del árbol a unos quince metros del suelo, pero eso fue todo. La barca se detuvo de inmediato, y como no podíamos hacer nada mejor, me levanté y le disparé al brazo expuesto, para agitar al viejo. Aquello lo sobresaltó, porque con un gruñido enojado, inmediatamente se mostró y comenzó a alejarse. Tan pronto como vimos su cuerpo disparé de nuevo, lo que hizo que se detuviera en seco por un momento. Entonces los dos malayos emplearon todas sus fuerzas y condujeron la barca lo más lejos posible hacia la espesa franja de pandanos (11). Estaban muy juntos, pero sus tallos cedían mucho, y tirando, empujando y cortando frenéticamente nos abrimos paso varios metros. Por fin llegamos a un punto muerto. No se veía ni un pedazo de tierra, pero la barca no podía avanzar más.
   Ya estábamos cerca de los grandes árboles, así que dos de los malayos tomaron sus parongs (12) y se deslizaron hacia el agua mientras yo los seguía rápidamente con mi rifle y un bolsillo lleno de cartuchos. Fue una suerte para mí, mientras cazaba orangutanes, que mi rifle tuviera retrocarga y que los cartuchos Maynard fueran impermeables.
   Al principio nos sumergimos bastante en el agua, pero después de nadar unos metros pudimos tocar el fondo. Nos sumergimos con el agua al cuello hasta que se volvió menos profundo, los malayos avanzaban lo más rápido posible para mantener a los miyaas
(13) a la vista, hasta que en ese momento se quedaron quietos, con el agua hasta la cintura y apuntando hacia arriba. Pronto vi a los miyaas, uno muy grande, columpiándose lentamente de un árbol a otro, evidentemente discapacitado. Inmediatamente disparé a su pecho, después de lo cual luchó violentamente por un momento, luego marchó con prisa frenética, trepando a lo largo de una rama horizontal recta con la ayuda sólo de sus manos, balanceándose como un gimnasta en una cuerda floja. Alcanzó cinco pies completos en cada tramo.
   Luego se detuvo en seco y soltó una mano, que cayó pesadamente a su costado y llegó hasta debajo de su rodilla. Durante tres minutos permaneció allí, frente a nosotros, agarrándose de una sola mano. ¡Qué enorme y peludo parecía perfilado contra el cielo! Luego su mano se deslizó, su agarre cedió por completo y, con los brazos y las piernas extendidos, se precipitó pesadamente entre las ramas y cayó al agua cerca de nosotros con un tremendo chapotazo. Se levantó con dificultad y se volvió salvajemente para ahuyentar, agarrando el tronco de un árbol joven para mantenerse erguido. Los malayos se abalanzaron sobre él con sus parongs y uno de ellos le asestó un feroz tajo en el cuello mientras yo les gritaba que desistieran. Todavía no estaban entrenados en absoluto y habrían arruinado la piel en un momento. El viejo miyaas agitó sus largos brazos, jadeó y se debatió violentamente, luego se acomodó silenciosamente en el agua y al cabo de un momento yacía muerto. Luego lo remolcamos hasta la barca, lo subimos con considerable dificultad y comenzamos a examinar nuestro trofeo."

A Fight in the Tree-Tops. A la izquierda Rajá. (6).
 
 
Aquel mismo día Hornaday abatiría dos orangutanes más. El siguiente capítulo, titulado Doings in the Orang-Utan Country (Lances en el país de los orangutanes), comienza así:
   "El martes siguiente a nuestra llegada a la aldea de Popook fue muy ocupado. Teníamos tres miyaas para desollar y también esqueletizar, ya que todos los grandes simios (gorila, chimpancé y orangután) son tan raros y valiosos que el esqueleto completo de cada sujeto se disecciona cuidadosamente y constituye un espécimen completo por sí solo, tan valioso como la piel.
   Cerca de la casa había una plataforma baja de postes sobre la cual los Dayaks extendían su arroz para que se secara, y como estaba vacía en aquel momento, la convertimos en una mesa de trabajo muy útil. Levantamos los kadjangs encima para protegernos tanto del sol como de la lluvia y, llamando a todos los miembros de nuestro grupo, nos reunimos alrededor del festivo tablero para hacer un pícnic con los tres miyaas muertos. Después de medir cuidadosamente cada ejemplar y hacer un boceto, afilamos los cuchillos y nos pusimos a trabajar.
   La mañana fue muy calurosa y la tarde muy lluviosa; pero nos mantuvimos secos bajo los kadjangs y trabajamos constantemente. Era una gran molestia desollar los dedos sin mutilarlos. Previendo que todos mis compañeros muy probablemente ayudarían en ocasiones similares en el futuro, me esforcé en enseñarles el modus operandi y me complació comprobar con qué inteligencia y habilidad se encargaban del trabajo que tenían entre manos. Fue bueno que lo hiciera; porque no mucho después nuestros recursos se verían aprovechados al máximo.
   Mi método para conservar las pieles y los esqueletos fue muy sencillo y me alegra poder decir que resultó totalmente satisfactorio. Después de retirar y limpiar cuidadosamente las pieles, primero las tratamos con una generosa aplicación de jabón arsenical disuelto en un poco de agua, y luego frotamos todo con alumbre en polvo para que se pegara a la piel. Se pasaba un palo por los brazos y luego se colgaban las pieles para que se secaran, distendiéndose la cabeza y las piernas con un poco de paja suelta o pasto seco, y la piel del cuerpo ligeramente distendida con palos cortos colocados de forma transversal.
   Con el aire cálido y húmedo de Borneo, la piel debe secarse inmediatamente o se estropea. Si se cuelga suelto o en pliegues de modo que el aire no llegue a ambos lados de toda la superficie, el pelo caerá en todas las zonas que no se hayan secado rápidamente. Me he atrevido a exponer los hechos anteriores porque su ignorancia, por simples que parezcan, ha acarreado la pérdida de muchas buenas pieles de orangutanes, chimpancés y gorilas.
   Los esqueletos de los orangutanes, como todos los demás, se preparan, en estado bruto, despojándolos cuidadosamente de la carne con un cuchillo, pero dejando los huesos de los distintos miembros unidos entre sí por sus ligamentos, ungiéndolos con una capa de jabón arsenical y luego atando cada esqueleto en un paquete compacto y dejándolo secar a la sombra.
   Completamente convencidos de que nuestro mejor plan para cazar orangutanes consistía en hacer viajes arriba y abajo del río Simunjan, decidimos regresar inmediatamente al Sadong, cazando durante el descenso. A la mañana siguiente cargamos nuestros barcas y nos despedimos de los hospitalarios Dayaks. Fueron insistentes en sus invitaciones para que volviéramos y permaneciéramos por un largo tiempo, prometiendo hacer todo lo posible para ayudarnos a encontrar animales. Después de consolarlos con la seguridad de que pronto nos volverían a ver, embarcamos y partimos.
   Poco después de adentrarnos en el río, encontramos varias manadas de monos narigudos, pero como en aquel momento estábamos en busca de una presa más importante, los dejamos marchar, prometiendo visitarlos y presentarles nuestros respetos más tarde. Un poco más abajo sorprendimos a un orangután en el acto de tomar un trago. Había descendido hasta quedar al alcance del agua y se había colgado al pie de un robusto árbol joven, sumergiendo una mano en el agua, luego llevándola a su boca y succionando el agua que goteaba de los nudillos de sus dedos cerrados. Estaba tan ocupado que lo miré bien con el catalejo antes de que nos viera. Estaba cerca de aguas abiertas y lo derribé fácilmente con mi rifle, después de lo cual remamos en nuestro bote hasta donde cayó y lo recuperamos sin siquiera descender."

El relato del Hornaday cazador, un personaje que en la segunda mitad de su vida, no mucho tiempo después de regresar de aquella expedición, se convertiría en decidido conservacionista,  prosigue describiendo la matanza de orangutanes, una madre y su cría; siete ejemplares en dos días; la participación de los lugareños en las cacerías; el momento en que abate su mayor ejemplar:
   "Alrededor de las diez del día siguiente matamos a otro orangután de buen tamaño, y al mediodía ocurrió el gran episodio de nuestra experiencia en Borneo: la muerte del "Rajá", el orangután más grande de todos.
   Acabábamos de encontrarnos con un sampán malayo que descendía por el río y, en respuesta a nuestras preguntas, los ocupantes dijeron que no habían visto ningún miyaa. Media milla más arriba escuchamos un gruñido o rugido profundo y gutural, procedente de la selva, a espaldas del río, pensamos, lo que nos puso en alerta. En ese momento Blou, que dirigía mi barca, susurró: "¡Miyaas!. ¡Miyaas, tuan!" y luchó frenéticamente por detener la barca. Los remeros retrocedieron directamente hacia el agua, aunque no vimos nada hasta que el bote retrocedió varios metros. Entonces divisamos la rodilla de un orangután grande, que yacía sobre una rama a unos seis metros sobre el agua y a sólo veinte metros de nosotros. Su cuerpo estaba completamente oculto por el follaje verde, así que me levanté en el bote y disparé a su pierna para despertarlo.
   "El turco despertó" (14). Se puso en pie al instante, gruñendo roncamente de dolor y rabia, y empezó a alejarse. Su alcance fue sorprendente por su longitud. Afortunadamente, el agua era profunda, no había pinos que obstaculizaran nuestro avance, y en un momento nuestro sampán estaba directamente bajo el viejo, que luego trepó alto para escapar de nosotros. Era un miyaas chappin (15) enorme, de pelo largo, grande y corpulento. Nos gruñó salvajemente y uno de mis hombres seguía diciendo en grandes mayúsculas:
   “¡CHAPPIN! ¡CHAPPIN! ¡MIYAAS CHAPPIN! ¡DISPARE, Señor! ¡dispare! ¡dispare! ¡es un miyaas chappin, grande, GRANDE!!!”
   Todos los hombres estaban muy emocionados, pero yo sabía que el viejo era nuestro y esperé un buen disparo. En un momento llegó la oportunidad y disparé dos veces seguidas al pecho del orangután. Se detuvo en seco, quedó suspendido por un momento de sus manos, luego su agarre cedió y cayó, rompiendo una gran rama muerta mientras caía, y aterrizó de costado en el agua, salpicándonos. Cayó a diez pies de nuestro bote y lo recuperamos sin descender.
   Cuando lo cogimos por los brazos y sacamos la enorme cabeza a la superficie del agua, el monstruo dio un gran grito ahogado y nos miró con reproche con sus ojos entrecerrados. Nunca podré olvidar la sensación extraña y hasta espantosa con que miré el rostro del animal moribundo. No había nada en él que sugiriera en lo más mínimo algo humano, pero sentí como si le hubiera disparado a algún gnomo o dios del río siniestro y terrible, ¡un sátiro en verdad!
  
"¡Ahdo! ¡Ahdo!" (16) exclamó Lamudin en malayo, "¡el Rajá de todos los miyaas!"
   Todos estábamos asombrados ante la enorme bestia que teníamos delante. Era un gigante perfecto, más grande que cualquiera que los nativos hubieran visto antes, y el más grande jamás fotografiado por un naturalista. Su cabeza, cuerpo y extremidades eran simplemente inmensos, y su peso no era menor, si es que lo era, de ciento noventa libras (17)."
 
"El 'Viejo' (orangután joven)" (6).

 
Hornaday relacionaba a continuación medidas y peso del animal comparándolas con un humano "anglosajón" y proseguía:
   "En otro capítulo se encontrará una descripción algo ampliada de ambas especies de orangután, por lo que no ofreceré aquí ninguna información sobre las características externas del animal antes mencionado. Desde entonces ha encontrado un lugar, con varios de sus parientes más cercanos, en una enorme vitrina del Museo Nacional de Washington, donde participa en una sangrienta "Disputa en las copas de los árboles". En nuestra ilustración de ese grupo, bajo el título anterior, la figura de la izquierda es la del "Rajá"."
 
En el capítulo 33 Hornaday nos describe a un bebé orangután que mantuvo vivo como mascota y al que apodaba "el Viejo", así como sus hábitos y comidas compartidos con los humanos. Y finalmente en el 34 efectivamente reseña las características y hábitos de los orangutanes.
 
Tras su regreso Hornaday, con la aprobación de su patrón montaría para el Ward's Natural Science Establishment dos machos adultos, el dominante y el aspirante, suspendidos en la copa de un árbol, en plena disputa. Inició el trabajo en marzo de 1879. El taxidermista que, como hemos visto, era crítico con montajes efectistas realizados por algunos taxidermistas europeos que representaban los animales "en posturas teatrales, generalmente luchando", admitía su pecado en el siguiente fragmento de Taxidermy and Zoological Collecting:
   "En 1879, quien escribe regresó de un viaje de recolección a las Indias Orientales, teniendo en mente numerosos diseños para grupos de mamíferos, tanto grandes como pequeños. Se creía entonces que muchos de ellos no sólo serían adecuados para museos científicos, sino que también serían mucho más atractivos e instructivos que los especímenes ordinarios. Se preparó y presentó un diseño para un grupo de orangutanes al profesor Henry A. Ward, con quien entonces estaba asociado quien escribe, en su Establecimiento de Historia Natural, con una propuesta para preparar el grupo allí representado. Después de considerables vacilaciones, el profesor Ward finalmente decidió permitir que se intentara el experimento y el grupo se preparó de acuerdo con el diseño.
   No niego la leve acusación de que, en cierto sentido, este diseño sugería mucho los métodos adoptados por mis rivales europeos para llamar la atención sobre su trabajo, que dicho sea en otras palabras, era algo sensacionalista. El grupo en cuestión representaba a un par de inmensos y horriblemente feos orangutanes machos que luchaban furiosamente mientras colgaban suspendidos de las copas de los árboles. Evidentemente, el padre de una interesante familia estaba siendo atacado por un rival por el afecto de la orangután hembra, quien, con un pequeño bebé aferrado a su pecho, había abandonado apresuradamente su nido de ramas verdes y buscaba otro tallo más alto. El nido que acababa de abandonar era una representación fiel del nido construido por este gran simio.
   En medio del grupo, y en el punto más alto, había otro nido en la copa de un árbol joven, en cuyo borde otro interesante joven orangután, fruto evidentemente del año anterior, miraba hacia abajo con los ojos muy abiertos la pelea que ocurría debajo. Los accesorios fueron diseñados y dispuestos de tal manera que representaran fielmente las copas de un bosque de Borneo, a una altura de unos diez metros del suelo, representando los árboles naturales, con hojas, orquídeas, enredaderas de pimienta, musgo, y vegetación en abundancia. Para un tema así se prestó un cuidado inusual a los accesorios. Aunque el diseño de este grupo incluía el elemento teatral de un combate entre animales, había método en esta locura. Esta característica se introdujo con el propósito específico de atraer la atención al grupo e invitar al debate.
   El resto del grupo era de tal carácter que parecía que ningún observador científico podría encontrar ningún defecto en su naturalidad. Todos los diversos miembros del grupo estaban representados en actitudes naturales (resultado de elaborados estudios de la vida en las selvas de Borneo), y cada uno contaba su propia historia de la vida y los hábitos del orangután. No es exagerado decir que el grupo captó el interés popular."

En este relato en su manual de 1891 Hornaday nos induce a cierta confusión con las fechas, puesto que describe el grupo ya ampliado a cinco miembros, cuando el original que presentó en público inicialmente contaba tan sólo con los dos machos. Hornaday terminaría A Fight in the Tree-Tops en agosto de 1879, justo a tiempo de ser enviado a Saratoga Springs, Nueva York, donde se reunían los miembros de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, con el propósito de ilustrar una ponencia del propio Hornaday -18 páginas- titulada On the Species of Bornean Orangs, with Notes on Their Habits (Sobre las especies de orangutanes de Borneo, con anotaciones sobre sus hábitos). Aquel grupo conseguiría su objetivo, llamar la atención de los asistentes al congreso, "particularmente de los directores de museos y gerentes, que se mostraron especialmente interesados en dicho trabajo", cuenta Hornaday

 
Hornaday posa junto A Fight in the Tree Tops en fecha no determinada (18).

 
El 12 de marzo de 1880 Hornaday y algunos de sus compañeros del Ward's Natural Science Establishment acordaron la creación de la Sociedad de Taxidermistas Americanos. Frederic S. Webster, en un artículo autobiográfico publicado en 1945 en la revista Annals, recordaba su amistad con Hornaday y la gestación de la Sociedad:
   "No estuve en el Ward's mucho antes de que William T. Hornaday retornara de la India donde había estado recogiendo pieles de animales y esqueletos, principalmente para el Museo de Harvard. Éramos aproximadamente de la misma edad, teníamos inclinaciones similares, y forjamos una firme amistad desde el principio. Vio lo que yo hacía y lo que había hecho, coincidimos en nuestra manera de pensar, y planeamos y organizamos la Sociedad de Taxidermistas Americanos."
El 20 de marzo se eligió una primera Junta directiva provisional en la que Hornaday fue designado secretario y se acordó celebrar una exposición de la Sociedad con un formato competitivo. El 14 de diciembre de 1880 se inauguró oficialmente la Primera Exposición de la Sociedad de Taxidermistas Americanos en una sala del Monroe County Sportsmen's Club de Rochester, una muestra que permaneció abierta al público hasta el 22 de diciembre y que obtuvo bastante repercusión en la prensa local. Se exhibieron 239 piezas, entre individuos, grupos, lotes y objetos.

Hornaday, que presentó a concurso el grupo de orangutanes, un grupo de aves y cuatro cabezas disecadas, obtuvo la medalla de plata a la mejor obra de la Exposición por A Fight in the Tree-tops. Webster recibió la medalla de bronce a la segunda mejor pieza por un pato de Carolina. La medalla de bronce concedida a la mejor exposición general fue para John Martens, y el diploma de honor al segundo mejor expositor fue para Webster. La única decisión polémica del veredicto del jurado, que causaría contrariedad entre la mayoría de taxidermistas participantes, fue la concesión del segundo premio a un sencillo pato de Carolina en vez de al elaborado y llamativo grupo de flamencos The Flamingo at Home (Flamenco en la morada), ambas obras de Webster. El grupo de flamencos representaba científicamente, y éste sí, sin efectismo, a tres flamencos en su hábitat natural, uno de ellos un ejemplar hembra en su nido.
 
Webster no obstante aspiraba a la mayor recompensa. En su artículo en Annals el propio Webster escribió:
   "Días antes de la inauguración, las piezas iban llegando antes de lo previsto. El trabajo amateur fue mucho mejor de lo esperado. Fight in the Tree-Tops del señor Hornaday mostraba dos grandes orangutanes machos, uno de ellos mordiendo el dedo índice del otro. Demasiado real como para agradar a niños y personas sensibles pero, como todas las cosas horribles, llamaba la atención. Sin embargo, ganó el favor de los jueces y obtuvo la Medalla de Plata como la mejor pieza de la Exposición, para sorpresa de la mayoría de los miembros"

Durante la Exposición el grupo de orangutanes, propiedad todavía del Ward's, tasado según el catálogo con un precio de venta de 800 dólares, no encontró comprador. Tampoco lo encontraría en la Segunda Exposición celebrada en diciembre de 1881, en la que se exhibió fuera de concurso y al mismo precio, asimismo según el catálogo. Un año antes, diciembre de 1880, el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York recién exhibía al público otro grupo de cinco orangutanes encargado y adquirido por 1.500 dólares al Ward's, el segundo grupo preparado por Hornaday denominado The Orang-Utan at Home (19). La narración de Hornaday en Taxidermy and Zoological Collecting prosigue con alguna incongruencia:
   "El precio fijado por este grupo (2.000 dólares) impidió su venta inmediata; pero al poco tiempo, el señor Robert Colgate, de Nueva York, encargó otro grupo de orangutanes, de composición similar pero de diseño muy diferente, para el Museo Americano de Historia Natural, y quien escribe los preparó en el establecimiento del profesor Ward. Este grupo representaba al orangután en su morada, una perfecta y pacífica escena en las alturas de un bosque de Borneo. Incluía cinco orangutanes, de distintos tamaños y edades, que se alimentaban de duriones, dormían en un nido, trepaban, se sentaban y se balanceaban. Este grupo también fue muy bien recibido por el público. Como en la primera producción, todos los accesorios fueron cuidadosamente elaborados. El precio pagado por este grupo fue de 1.500 dólares."

"Grupo de orangutanes en el Museo Americano de Historia Natural, Central Park" (20).

 
James Carter Beard se hacía eco del testimonio de Hornaday en su artículo en Scribner's en 1896:
    "Este montaje, la finalización del cual marca un nuevo progreso en taxidermia, fue adquirida por el Museo Nacional de Washington, donde se exhibe en la actualidad. "Su precio, dos mil dólares", comenta el señor Hornaday, "impidió su venta inmediata, pero al cabo de poco tiempo otro grupo de orangutanes, con un diseño muy diferente, fue encargado para el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York por el señor Robert Colgate (21). Este grupo representa al orangután en su hogar, una escena pacífica en las copas de un bosque de Borneo. Incluye cinco orangutanes de varios tamaños y edades, que se alimentan de una curiosa fruta llamada durión, durmiendo en el nido, escalando, sentado o columpiándose"
 
Hornaday afirmaba que fue el precio, 2.000 dólares, lo que impidió su venta; cuando realmente el precio de salida de aquellos dos machos peleándose era de 800 dólares. Quizá la memoria le fallara. La sucesión de hechos y las cifras encajan únicamente si suponemos que, tras haberlos expuesto en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia en Saratoga en agosto de 1879, el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York encargó su grupo de cinco ejemplares al Ward's por un precio acordado de 1.500 dólares, y que fue tras la Segunda Exposición de la Sociedad de Taxidermistas, celebrada a finales de 1881 en Boston, donde tampoco se vendió A Fight por los mismos 800 dólares, cuando Henry Ward y Hornaday acordaron ampliar el grupo a cinco ejemplares, convertirlo en más amable añadiéndole una hembra y dos crías y ofrecerlo al Smithsonian, que en 1883 cerró su compra por un importe de 2.000 dólares. Téngase en cuenta que aquella época lo era de cierta rivalidad entre los incipientes Museos de Washington y de Nueva York.
 
   "En 1882 quien escribe fue nombrado taxidermista jefe del Museo Nacional. Al año siguiente, dicha institución compró al profesor Ward el primer grupo de orangutanes, A Fight in the Tree-Tops, y después de ser parcialmente reconstruido se exhibió en el Salón de los Mamíferos, donde se encuentra ahora. Desde que abandonó su establecimiento, el profesor Ward se complace en denominarlo "el rey de los grupos"."

En 1882 Hornaday efectivamente recibió una irrenunciable oferta de empleo, ocupar la plaza de jefe del Departamento de Taxidermia del Smithsonian. Ingresó en el Museo de Washington el 16 de marzo y permaneció en aquel puesto hasta 1890, fecha en que lo abandonó por desavenencias con su director y marchó a vivir a Buffalo, dedicándose durante un lustro a los negocios inmobiliarios y a dirigir el museo local. A la par que seguía escribiendo y publicando, iría abandonando la práctica de la Taxidermia. En 1896 fue nombrado director del recién creado Zoológico de Nueva York, un parque que se abriría al público tres años después.


Fotografía de 1919 del grupo de orangutanes del Museo de Nueva York (22).

 
La ampliación de A Fight in the Tree-Tops debió ser uno de sus últimos trabajos en el Ward's. La escena que tan bien describía Beard en Scribner's, la hembra sosteniendo a su cría recién nacida en un nido, y un segundo nido ubicado en la parte más alta de la escena con una cría de un año observando a los machos, seguía poco más o menos las posturas que aparecen en los grabados de Two Years in the Jungle. El grupo, ahora ya de cinco miembros, se rebautizaría años después con un igualmente más amable Life in the Tree Tops.

Una Guía de Visita del Museo publicada en 1885 dedicaba un par de páginas a A Fight in the Tree-Tops. En ella, además de describir la escena y a los individuos que la componían, se decía que la vitrina que mostraba el grupo medía aproximadamente 3'3 metros de largo, 1'8 de ancho y 3 metros de alto (23), lo que nos informa de su tamaño aproximado, y que su valor se estimaba en unos 1.000 dólares. La Guía reproducía además parte de una entrevista que Hornaday había concedido al Whashington Post relatando su aventura.
 
Desconozco hasta que fecha exacta permaneció expuesto A Fight in the Tree-Tops, que se retiró del Smithsonian durante la década de 1950. Como se puede comprobar en la fotografía de más arriba sin datar en la que Hornaday aparece posando junto a su obra, en algún momento de la historia el montaje menguó hasta los cuatro ejemplares, cuando por algún motivo se retiró "el Viejo".
 
 
Notas y créditos.-
(1) Fotografía contenida en First Annual Report of the Society of American Taxidermists publicado en 1881.
(2) Se refiere a Louis Agassiz.
(3) En verdad obra de su hermano Édouard Verreaux.
(4) Smithsonian Institution Archives, SIA-96-20354.
(5) En realidad la reunión de Saratoga Springs de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia tuvo lugar en agosto de 1879.
(6) Grabados pertenecientes a Two Years in the Jungle.
(7) Etnia indígena.
(8) No he conseguido localizar el lago Padang.
(9) Especie de cañizos confeccionados con hojas de Dillena ovata.
(10) Barca de juncos.
(11) Plantas tropicales del género Pandanus.
(12) Tipo de cuchillo.
(13) Orangutanes en malayo.
(14) Fragmento de un verso del poema At Midnight, in his guarded tent (A medianoche en su tienda vigilada), del poeta estadounidense Fitz-Greene Halleck.
(15) Los nativos distinguian a las tres subespecies de orangután de Borneo entre miyaas chappin o pappan (Pongo pygmaeus wurmbii), miyaas rombi (Pongo pygmaeus pygmaeus) o miyaas kassar (Pongo pygmaeus morio).
(16) "¡Ajá! ¡Ajá!".
(17) Unos 86 kilos.
(18) Fotografía de autor desconocido obtenida en Internet. Nótese que el grupo contaba cuatro ejemplares, circunstancia que se comenta al final del texto.
(19) En los archivos del AMNH aparece rebautizado como Orang Utan Group.
(20) Ilustración que acompañaba un artículo de la revista Harper's Weekly, fechado el 18 de diciembre de 1880, de presentación de este segundo grupo en el Museo de Nueva York.
(21) Uno de los personajes fundadores del Museo neoyorquino.
(22) AMNH Archives, ID-37605. Nótese que alguno de los ejemplares no se corresponde con la ilustración anterior de Harper's Weekly de 1880.
(23) En el original 11 x 6 x 10 pies.
 

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Taxidermidades, 2024.
 
 
Bibliografía:
---  Proceedings of The American Association for the Advancement of Science, twenty-eighth meeting, held at Saratoga Springs, N.Y., August, 1879 , vol. 28, Published by the Permanent Secretary, Salem, 1879.
---  Group of Orangs in Central Park , en Harper's Weekly, vol. 24, nº 1251, Nueva York, 18 de diciembre de 1880.
---  First Annual Report of the Society of American Taxidermists , Daily Democrat and Chronicle Book and Job Print, Rochester, 1881.
---  Second Annual Report of the Society of American Taxidermists , Judson J. Withall, Rochester, 1882.
James Carter Beard A New Art , en Scribner's Magazine, vol. XX, nº 1, Nueva York, julio de 1896.
William Temple Hornaday   Two Years in the Jungle. The Experiences of an Hunter and Naturalist in India, Ceylon, the malay peninsula and Borneo , Charles Scribner's and Sons, Nueva York, 1885.
William Temple Hornaday Taxidermy and Zoological Collecting , Charles Scribner’s Sons, Nueva York, 1891.
William Temple Hornaday  Masterpieces of American Taxidermy , en Scribner's Magazine, vol. 72, nº 1, Nueva York, julio de 1922.
William J. Rees  Visitor's Guide to the Smithsonian Institution and United States National Museum in Washington , Judd & Detweiler, Washington, 1885.
Frederic S. Webster   The Birth of Habitat Bird Groups, reminiscences written in his ninety-fifth year , en Annals, vol. XXX, Carnegie Museum, Pittsburgh, 10 de septiembre de 1945.
 
Recursos: