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Detalle del ave del paraíso del tocado del rey Baltasar de la Adoración de Rubens (1). |
En al menos una decena de óleos del Museo Nacional del Prado de Madrid vemos representados ejemplares de aves del paraíso: en dos paraísos de Jan Brueghel el Joven, en otro de Pieter Brueghel el Joven, en una obra de Denis van Alsloot y Hendrick de Clerck, en otra de Jan Brueghel el Viejo y Hendrick van Balen, en Las cuatro partes del Mundo de Jan van Kessel el Viejo, en el Concierto de aves de Frans Snyders, en Las ciencias y las artes de Adriaen van Stalbent, en El Aire de Martin de Vos, en otro El Aire anónimo, en Eolo atribuido a un seguidor de Pedro Pablo Rubens, y en La adoración de los Reyes Magos (1609) del propio Rubens, además de en algunas aguatintas y litografías. Un elemento común es que se tratan de obras de los siglos XVI y XVII. La mayoría se las aves del paraíso se representan volando, algunas muertas preparadas "en piel", como es el caso en La Adoración de Rubens decorando el tocado del rey Baltasar.
La Adoración de los Reyes Magos, cuadro de gran formato, tiene un tamaño de 349x488 cm. y es uno de los más destacados de la colección de Rubens del Museo del Prado. La escena nocturna representa el momento en el que los tres reyes presentan sus ofrendas al niño Jesús, el personaje central y más iluminado, que está en brazos de su madre, ubicado a la izquierda de la escena. El ropaje de los reyes es suntuoso. El rey Baltasar se ubica en el centro del cuadro, mirando al espectador.
La obra fue encargada en 1608 a Rubens por el ayuntamiento de Amberes con el propósito de decorar su Salón de los Estados que debía albergar la firma de la que se conocería como la Tregua de los Doce Años, el tratado de paz entre España y las Provincias Unidas. El cuadro llegó a España hacia 1613 de la mano del diplomático Rodrigo Calderón. En 1623 pasó a manos de Felipe IV que lo colgó en el Alcázar de Madrid. En aquel lugar el propio Rubens lo retocaría hacia 1628-1629. En aquel repintado el artista se empeñó en hacer más llamativa el ave, ampliándola y destacando sus detalles. Desde entonces forma parte de la Colección Real.
El investigador de Historia de la Ciencia José Ramón Marcaida descubrió en 2011 que aquella ave del paraíso no era un simple adorno de plumas, un penacho, sino que conservaba su cabeza. Según Marcaida, Rubens había leído relatos de viajes donde se citaba a esta ave, entonces considerada sagrada en las islas Molucas, donde se llevaba como un tocado que otorgaba protección en el campo de batalla.
Consideradas como una maravilla de la naturaleza, los primeros ejemplares que llegaron a Europa lo hicieron en 1522 con el regreso de la nave Victoria de la expedición de Magallanes y Elcano de circunnavegación de la Tierra. Se trató de un regalo de los reyes locales de las islas Molucas al rey Carlos V. Antonio Pigafetta, noble y explorador italiano, uno de los 18 supervivientes de aquel viaje, describiría en su crónica del 17 de diciembre de 1521 aquellas aves:
"Aves del Paraíso. — Nos dio también para el rey de España dos pájaros muertos muy hermosos; tenían el tamaño de un tordo: la cabeza, pequeña; el pico, largo; las patas, del grueso de una pluma de escribir y de un palmo de largo; la cola, parecida a la del tordo; sin alas, y en su lugar largas plumas de diferentes colores, parecidas a penachos; las plumas, oscuras, salvo las de las alas; no vuelan mas que cuando hace viento; dicen que vienen del Paraíso terrestre, y les llaman bolondinata, esto es, pájaro de Dios (*)."
El traductor de la edición consultada añadió la siguiente nota a pie de página:
"(*) El caballero Pigafetta fue quizás el primero que enseñó a los europeos que el ave del Paraíso (Avis paradisiaca, de Linneo) tiene patas como las otras aves, pues tan persuadidos estaban antes de que no las tenían (porque se las cortaban a todos los que empajaban para venderlos), que el gran naturalista Aldrovando (De Avibus, tomo I, pág. 807) vitupera a nuestro autor, que al hacer la descripción se las atribuye."
Al continente europeo seguirían llegando ejemplares de aquel exótico pájaro, la mayoría sin patas, lo que llevó a la creencia de que el ave carecía de ellas y pasaba toda su vida volando, en el cielo, y que ciertamente provenía del Jardín del Edén. No sería hasta 1605 cuando el influyente médico naturalista Carolus Clusius en su Exoticum libri decem aseguraba que, aunque no las había visto, según el testimonio de navegantes holandeses, las aves del paraíso tenían patas. Aquella leyenda se extendió de tal modo llegando incluso a la circunstancia de que a las aves que las conservaban, como se afirmaba en la cita, se las quitaban para que no se tomaran por falsificaciones.
Riqueza y exotismo, Marcaida documenta la asociación del ave del paraíso con los tocados de origen oriental precisamente en aquella época. Un amigo de Rubens, Jan Brueghel el Viejo ya había representado aves del paraíso en sus obras, y probablemente influyera en su colega. Incluso ambos colaborarían años más tarde en la ejecución de El Jardín del Edén con la caída del hombre (1617), donde a los pies de Adán se representa un ave del paraíso, en esta ocasión de pie sobre sus patas. Aunque Rubens es autor de una de las primeras representaciones del ave disecada, pintores anteriores como Hendrick van Balen en 1598 y Pieter Lastman en 1608 la colocaron igualmente en el turbante del rey Baltasar en sus Adoraciones.
Crédito.-
(1) Imagen propiedad del Museo Nacional del Prado.
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Taxidermidades, 2025.
José Ramón Marcaida López Rubens and the bird of paradise. Painting natural knowledge in the early seventeenth century , en Reinassance Studies, vol. 28, nº 1, The Society of Renaissance Studies, John Wiley and Sons, 2013.
José Ramón Marcaida López El ave del paraíso: Historia Natural y alegoría , en Alegorías, imagen y discurso en la España Moderna (María Tausiet, ed.), CSIC, Madrfid, 2014.
Antonio Pigafetta Primer viaje en torno del Globo , traducción de Federico Ruiz Marcuende, Calpe, Madrid, 1922.
Recursos:
Artículos sobre Pintura y Taxidermia en Taxidermidades.
Artículos sobre Arte y Taxidermia en Taxidermidades.